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Tendrán que rendir cuentas ante Dios: que se arrepientan, vayan a la iglesia, busquen un sacerdote y se confiesen

Que las criaturas humanas que han cometido estos atentados contra la vida, la vida que es obra de Dios, se arrepientan, vayan a la iglesia, busquen un sacerdote y se confiesen... No tengáis miedo del sacerdote, hijos Míos. Está a vuestra disposición y es mucho menos terrible que el demonio. Será bueno con vosotros, os ayudará a salir del fango en el que habéis caído y volveréis a ser hijos de Dios

(Haz la señal de la cruz antes de leer y lee hasta el final...) -19 de agosto de 2020

La vida pertenece a Dios

(DeepL Translator) “Mi Corazón está profundamente herido por las agresiones cometidas contra la vida, esta vida de la criatura que está destinada a la bienaventuranza eterna. Los niños muy pequeños son tan niños como los niños pequeños y tanto como los niños mayores. Un hombre pequeño es tan hombre como un hombre grande, y es una salvajada considerar que uno, por ser muy pequeño, tiene menos derecho a vivir que otro que es más grande. La criatura pequeña e inocente es un ser vivo y para ser un gran hombre hay que haber pasado por la etapa de la pequeñez.

Aquellos hombres y mujeres que quitan el derecho a vivir a los pequeños son asesinos, homicidas del mismo modo que cualquier otro asesino.

Los hombres y mujeres que desprecian el derecho a la vida de cualquier ser aún no visible por estar oculto en el vientre de su madre están negando su propio derecho a la vida de la misma manera: si uno merece morir, cualquier otro también.

Así es como el diablo tiene el derecho de vida y muerte sobre todas las criaturas que se le confían, repartiendo condenas sin preocupación ni responsabilidad. El diablo ya las tiene, y cuando llegue el momento de abandonar la tierra para los asesinos y viciosos colaboradores en estos actos de destrucción de la vida temporal, los estará esperando y se los llevará a su horrible y aterradora guarida.

No matarás

Estos hombres que deciden la muerte de estas pequeñas criaturas vivientes tendrán que responder ante ellos cara a cara cuando llegue la hora del juicio.

No es sólo Dios quien dictará sentencia, sino también estas criaturas humanas que han sido privadas del derecho a hablar; que no han sido juzgadas, sino que han sido condenadas y asesinadas sin ningún tipo de juicio, sin abogado y sin remisión.

Si hubieran cometido un acto reprobable y hubieran sido condenados tras un juicio, su condena habría sido admisible. Pero en su caso, y son tantos, Dios les dio la vida y la criatura se la quitó. Sencillamente, sin preguntas, sin vacilaciones.

Es cierto que algunas madres han matado sin verdadero consentimiento, pero siempre pueden decidirse a dar la vida cuando nace en su vientre. Muchas de ellas lo han hecho, y muy felices de haberlo hecho. Otras, las más débiles, se arrepienten amargamente de su acto y eso nunca las abandona. Y otras, las que no desean la vida que ha brotado en su interior, son asesinas, homicidas y vendidas al diablo que espera su momento para arrastrarlas sin piedad al infierno.

Estas mujeres que rechazan la vida rechazan la gracia santificante que es el Espíritu Santo. ¿Acaso no dije que el único pecado imperdonable es el que se comete contra el Espíritu Santo, contra la gracia, el rechazo a recibirla, el rechazo a transmitirla (Mt 12,32)?

La gracia santificante es el Espíritu Santo; es Él quien da vida, quien santifica. La obra del Espíritu Santo es vital porque da vida. Fue el Espíritu Santo quien dio vida a la persona corporal de Jesucristo. En efecto, el Arcángel Gabriel dijo a María:

‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra’ (Lc 1, 35).

Es el Espíritu Santo, dador de vida, quien produce la vida, y toda vida es efecto de la gracia.

Toda vida es un don de Dios, toda vida es querida por Dios, toda vida es gobernada por Él. Si Dios decide que haya vida, ésta se produce, y los hombres sólo son colaboradores. Participan en la formación de la vida, pero no la mandan; viene o no viene según el deseo de Dios.

Los hombres que provocan la vida artificialmente, es decir, uniendo el óvulo y el germen masculino, son provocadores porque utilizan un poder que no les ha sido confiado.

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La vida que provocan está permitida por Dios en el sentido de que Él permite que florezca, pero no es Su plena responsabilidad.

El niño nacido de esta provocación es ciertamente una criatura de Dios, pero no es responsable del origen de su vida, y está llamado por Dios a la vida eterna como todo ser humano.

  • Sin embargo, los hombres que realizan esta conexión de la que brota la vida son gravemente culpables de sus actos y gravemente condenables. Dios les pedirá cuentas y, si no se arrepienten, sellarán su futuro eterno en condiciones muy terribles.
  • Los hombres que aprobaron las leyes que permiten tales actos también son condenables y también tendrán que rendir cuentas ante Dios y toda la corte celestial.

Dios conoce las posibles circunstancias atenuantes porque lo sabe todo, lo ve todo, es infinitamente Misericordioso como infinitamente Justo, siendo todos los atributos divinos perfectos e infinitos.

No tengáis miedo del sacerdote

  • Que las criaturas humanas que han cometido estos atentados contra la vida, la vida que es obra de Dios, se arrepientan, vayan a la iglesia, busquen un sacerdote y se confiesen en el secreto de confesión, que es el sacramento dado por Jesucristo a los hombres para absolverlos, amarlos y atraerlos hacia Sí.
  • No tengáis miedo del sacerdote, hijos Míos. Está a vuestra disposición y es mucho menos terrible que el demonio. Será bueno con vosotros, os ayudará a salir del fango en el que habéis caído y volveréis a ser hijos de Dios, amados por Él y llenos de bondad hacia vosotros.
  • No tengáis miedo, venid, ¡no tardéis!”

Fuente: srbeghe.blog