¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(CEV) “Los Quadernos 1943”, p. 198
Jesus dice: “Si tomáis en consideración mi expresión: “En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os precederán en el reino de Dios” podéis entender cuál sea la potencia del creer, cuando es absoluto y recto en la intención.
También por esto os digo que no juzguéis a ninguno de vuestros hermanos y no digáis, neciamente: “Yo estoy tranquilo acerca de mi alma porque no he cometido culpas graves”.
No, en verdad vosotros cometéis una culpa mayor que la del publicano y la de la meretriz porque ellos están dominados por la pasión de la carne mientras que vosotros sois desordenados en las pasiones de la mente.
Faltáis a la caridad y por esto ofendéis a Dios, faltáis a la humildad y por eso le disgustáis, faltáis a la contrición y por eso hacéis que se vuelva severo.
El pobre publicano, la pobre meretriz, que han podido ser llevados a ser tales por tantos motivos, cuando se encuentran con la mirada de Dios creen en Él y van a Él con toda su fuerza de fe, de amor, de humildad, de arrepentimiento.
Y entonces no se trata sólo de un lavado superficial, sino que es una saturación de mi Poder la que les cura y les convierte en héroes.
¡Pero vosotros!… ¡Sois tan pocos los capaces de permanecer firmes en la fe en su Dios! Mira, María: como la nieve que cae en copos de las nubes, así caen las almas por falta de fe.
Y si antes era una nevada lenta, ahora se repite cada vez más como tormenta.
¡Pobres almas! Tendrían tanta necesidad de creer para salvar algo de su espíritu ya tan herido.
En cambio ya no saben creer. ¿Y entonces en qué creen si no creen en Mí, eterno? Vivir sin creer es imposible.
Quien no cree en Dios, en el Dios verdadero, creerá por fuerza en otros dioses. Quien no cree en ningún dios creerá en los ídolos, creerá en la carne, creerá en el dinero, tendrá fe en la fuerza de las armas. Pero en definitiva, no se puede estar sin creer en nada.
La oscuridad del alma que no tiene fe en ninguna cosa humana o sobrehumana es peor que la oscuridad que envuelve al ciego.
Sólo le queda matar el alma y el cuerpo con muerte violenta. Cuando Judas no creyó más en Mí, ni en la satisfacción del dinero, ni en la protección de la ley humana, se mató.
¿Remordimiento por el delito? No. Si hubiera sido eso se hubiera matado inmediatamente después de darse cuenta de que Yo lo sabía.
Pero no entonces, ni después del beso infame y mi saludo amoroso, no entonces, ni cuando vio que me escupían, me ataban, me arrastraban entre mil insultos.
Sólo después de haber entendido que la ley no le protegía -la pobre ley humana que con frecuencia crea o instiga al delito, pero después se desinteresa de sus ejecutores y cómplices, y llegado el caso se vuelve contra ellos y tras haberles usado les hace enmudecer para siempre suprimiéndoles- y sólo después de haberse dado cuenta de que el poder y el dinero no le llegaban o eran demasiado mezquinos como para hacer felices, sólo entonces se mató.
Estaba en la oscuridad de la nada. Se lanzó a la oscuridad del infierno.
El mundo se está convirtiendo en un caos sin luz porque la luz del creer se apaga cada vez más en los corazones.
Es una muerte espiritual que horroriza a los espíritus que viven en Mí. Por eso os digo que si un publicano o una meretriz creyeran en Mí, os precederían en mi Reino.
Porque quien realmente cree en Mí vive obediente a mi Palabra. Si es pecador se redime, si está sin culpa se preserva de la misma.
De un modo y del otro, Yo, Perdón y Amor, espero a quien cree en Mí para coronarlo de gloria».
Maria Valtorta:
Los cuadernos. 1943; 1944; 1945



Los Cuadernos recogen escritos sobre temas ascéticos, bíblicos, doctrinales, de crónica autobiográfica, además de descripciones de escenas evangélicas y de martirios de primeros cristianos.








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."