¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
19 de abril del 2025 – Visión dada por Nuestro Señor Jesucristo a Su Hija Amada Luz de María
Sábado Santo
Luz de María: “Me encontraba orando y de pronto Mi amado Señor me permite la siguiente visión: Nuestro Señor me lo había anunciado, me permitiría acompañar a Su Madre Santísima.
Me sumergió Nuestro Señor en Jerusalén, de inmediato miré a Nuestra Madre Santísima, Ella lloraba y Su Corazón estaba destrozado…

la rodeaban otras mujeres y de pronto llamaron a Juan quien cuidaba de la Madre Santísima. Alguien pronuncia el nombre de Lázaro y se acerca presuroso llamando a sus hermanas y a la Magdalena.
Salen del lugar y escuchando el griterío Nuestra Madre se adelanta y mira a Nuestro Señor Jesucristo cargando la Cruz, flagelado y ensangrentado y Nuestra Madre siente su corazón latir a prisa y su cuerpo es invadido de un frío profundo, miro caer a Su Divino Hijo y sin pensarlo corrió hacia Él llorando.

Nuestra Madre abraza a Su Divino Hijo, los dos sintieron una daga en el corazón: la Madre consolando al Hijo y el Hijo consolando a la Madre, dentro de la gran tristeza del momento los dos dejaron de escuchar y ver cuánto les rodeaba, esa fuerza mutua interior se alojó en ambos para que lograrán proseguir.

Los recuerdos afloraron en ambos en total armonía para luego llegar a la realidad del momento: dos Corazones en profunda Unión Mística que viven para cumplir la Voluntad del Padre.
La Madre que amamantó al Hombre Dios y le dormía entre Sus brazos, es quien le mira escarnecido por la traición del hombre.
Tenemos ante nosotros a la Madre del Divino Hijo, traspasada de dolor, un dolor que humanamente no se puede soportar, es una espada que lacera el Inmaculado Corazón de Nuestra Madre que en silencio profundo se entregó al Plan Salvífico de Dios.

Ella escucha a Dios que le habla en los momentos fuertes de la Pasión de Su Divino Hijo, Dios le habla a Nuestra Madre en el silencio que guarda la Madre.
El Corazón Inmaculado de la Madre se duele profundamente, tanto, que llega a sentir un dolor físico, que en momento siente paralizarse ante la dureza e impiedad de los perversos soldados romanos.
Nuestra Madre me permite ver su limpio Corazón nacido en el Amor de Dios y cómo padece por la dureza de la traición humana. Nuestra Madre que no conoce de ira, de desobediencia, de desprecio ni de mentiras, no conoce de soberbia ni de competencias humanas y menos de primeros lugares, porque es el Vaso Cristalino, el Corazón Purísimo, la Inmaculada, nacida sin mancha de pecado original, criatura humana elegida por Dios para ser la Madre de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo de Dios.
Así sentí dolores que desgarran el corazón hasta llegar casi a perecer. Nuestra Madre en varias ocasiones sintió que fallecía…

¡Es Su Divino Hijo al que llevan a la muerte de Cruz! Y Su Corazón totalmente lleno de fe, aunque humano, tuvo que ser asistido por los Ángeles que la consolaron y la auxiliaron en medio de tanto dolor.

Llega el Domingo de Resurrección y todo cambia con la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo; el triunfo sobre la muerte, el dolor continua, pero da un giro, precisamente presentado como lo que es: el triunfo sobre la muerte.

Luego de la Resurrección el Corazón de la Madre sabe que Su Divino Hijo la verá y que cada paso es el Triunfo de la entrega en silencio y tristeza. Ahora Su Hijo ha vencido y le da a Sus hijos la Redención, por sobre todo lo que se mueve.
Fiat Voluntas Tua.
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Ave María Purísima,
sin pecado concebida
Ave María Purísima,
sin pecado concebida
Ave María Purísima,
sin pecado concebida
Fuente: Revelaciones Marianas








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."