¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(Haz la señal de la cruz ante de leer y lees todo sin prisa…) – 16 de abril de 2024

(DeepL Translator) «Mis queridos Hijos, Mi Alma, Mi Corazón y todo Yo mismo anhelo la renovación de vuestro tiempo.
Vuestro tiempo está en manos del demonio, lo sabéis y lo desaprobáis, pero no sois lo suficientemente piadosos para resistirlo.
- Ser piadoso, verdaderamente piadoso, es dar a Dios toda la prioridad que le corresponde.
- Ser piadoso es rezar todos los días, a las horas del día indicadas por la práctica cristiana que vuestros mayores seguían más escrupulosamente que vosotros hoy;
- y, finalmente, es huir de todas las excentricidades nocivas del llamado mundo moderno: la ropa impúdica la mayor parte del tiempo, las actividades demasiado a menudo sin freno ni consideración por la condición cristiana que os hace hijos de Dios y no del mundo.
Llega el tiempo de los castigos.
¿Cómo se manifiestan concretamente estos castigos?
Ante todo, en la pérdida de la fe.
Perder la fe, volverse descuidado, perder los valores morales y vivir la vida como la vive el mundo, no como debe vivirla un hijo de Dios.
Todos los pecados de concupiscencia se fomentan actualmente, se ponen como ejemplo e incluso se promueven como valores modernos y republicanos.

Debemos “vivir con los tiempos” es un estribillo mentiroso desarrollado por los impíos a quienes el mundo sigue sin preocuparse del poder del príncipe de este mundo, el eterno enemigo de Dios y de la humanidad.
(Primer castigo…)
Hijos Míos, el primer castigo que os golpea duramente es esta pérdida de fe. Es punitivo, sí, en efecto, porque si perdéis la fe, sois apóstatas y un apóstata está condenado. ¿Qué mayor castigo puede haber? No hay mayor castigo.
(Segundo castigo…)
El segundo castigo se refiere a la vida humana. Hoy, en Occidente, hemos llegado a matar la vida, la vida nueva y la vida al final. ¡Qué escándalo, qué maldad, pero también qué castigo inventado por el mismo diablo!
El diablo ataca primero a los miembros más débiles de la humanidad, a los que odia como a los hombres que son sus siervos. Estos hombres destruyen la sociedad humana deshumanizándola, ejerciendo una autoridad malvada y destruyendo la sociedad en sus raíces.
El cristianismo había hecho de su civilización un faro de equilibrio y estabilidad, pero desde que Francia perdió a su Rey (Louis XVI) y Europa perdió su religión como maestra del pensamiento y de la estructura orgánica de la sociedad humana, otras llamadas “élites” se han apoderado de sus estructuras para convertirlas en degeneradas, desarraigadas, incompetentes y recalcitrantes.
La sociedad moderna ya no tiene ambiciones civilizatorias.

Destruye y se deshace de lo que existe, sin preocuparse ya de dejar nada a los que vienen detrás. Traga, consume, toma. Se ha convertido en consumidor, no en creador. Dios ha sido relegado al olvido, mientras que el diablo es el dios de estas élites que se creen dioses.
(Tercero y cuarto…)
Uno de los castigos es la ruina de la población, que se ve abocada a su propia destrucción.

Entonces viene una guerra más terrible y más destructiva que todas las demás guerras juntas, porque el demonio no se cansa de destruir y porque la destrucción de los que vienen a la vida y de los que dejan la vida no le satisface. Necesita más, ¡mucho más!
Así, con una guerra ciega y desencadenada, el demonio golpeará a toda la humanidad, algunos la sufrirán directamente, otros a través de sus consecuencias destructoras que les alcanzarán como en un juego de dominó.

Esta guerra se prepara hoy y los hombres, sin más referencia a Dios, se dejarán llevar por sus vicios, por sus odios, por sus ambiciones y sobre todo por su rivalidad destructora.
Hijos Míos, cuando este estallido nocivo y peligroso os alcance personalmente, como ya está afectando a muchas familias desconsoladas en las regiones que ya han sufrido, dirigíos a Mí, vuestro Dios, el único que, en esta efusión de hostilidad, os dará la fuerza, la paz interior y el valor para no desesperar.

En Mi Pasión, nunca perdí Mis virtudes, fui valiente, Me puse en las manos de Mi Padre que, a pesar de Mi desintegración, nunca Me abandonó. Él aceptó Mi Sacrificio y Mi estado se debió a una aceptación, no a un castigo personal. Fui castigado, sí, en lugar de Mis hermanos humanos pero, cualesquiera que fueran las apariencias, no fui abandonado porque salvé a los hombres y eso agradó a Dios Padre Todopoderoso.
Por tanto, debéis ver en el castigo venidero un don de Dios para una humanidad que volverá con toda humildad a su Creador y, perfectamente arrepentida de su caída moral y pecaminosa, doblará de nuevo la rodilla ante el Nombre de Jesús, ese Nombre que supera todos los nombres y que toda lengua debe proclamar (*Fil 2, 10-11).
Queridos Hijos, no tengáis miedo. Mientras estéis unidos a Mí, Jesucristo, en el camino de Mi Pasión y de Mi Muerte en la Cruz, nada temeréis. Volved a Mí, vosotros que os habéis extraviado, sí, volved, porque sólo la fe y una vida en armonía con ella os salvarán.
Os bendigo, Hijos Míos, os amo y que el precio de vuestra redención, de vuestra salvación eterna, no sea tenido en vano.
Os amo, quiero que Me sigáis, no quiero perderos.
(Haz la señal de la cruz para recibir la bendición)
En el Nombre (+) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; así sea.
Vuestro Señor, vuestro Dios y también vuestro más cariñoso Amigo.»
Fuente: srbeghe.blog








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."