¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(Haz la señal de la cruz ante de leer y lees todo sin prisa…) – 3 de abril de 2024
Parte 1: La Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús
(Lo que sufrió el Señor, lo sufrirá también su Iglesia…)
(DeepL Translator) “Queridísimos Hijos Míos, vuelvo a vosotros después de las grandes conmociones de la Semana Santa, durante la cual di todo de Mí por vuestra salvación.
Me entregué en manos de Mis enemigos, pero mejor para vencerlos. Me dejé dominar por los que Me odiaban, pero no perdí nada; al contrario, lo gané todo.

Redimí sus faltas, vuestras faltas, las faltas de todos los hombres, y esta redención, tan dolorosa, fue también vuestra victoria: la de todos los que Me han seguido y Me seguirán por el camino de la entrega para la Gloria del Cielo y su profunda Alegría.
Sí, porque entregarse por los demás es un gran bien, un bien para ellos pero también para uno mismo. La alegría del Cielo, la felicidad del Cielo, es inconcebible para los pobres humanos, que no pueden alcanzar la alegría pura, la alegría divina, sin abandonarlo todo ellos mismos.
Amar es dar, y Dios da el céntuplo. En el Cielo, la caridad es toda divina: es para Dios, por Él y en Él; viene de Él para volver a Él; es inconcebiblemente vivificante, inconcebiblemente desbordante; es la Vida que se alimenta de ella y desarrolla todo en ella.
La caridad, virtud tan hermosa, es poco conocida porque la gente busca el amor, que confunde con el placer, con la sensualidad. Pero el amor puro es tan reconfortante, tan enriquecedor, tan edificante, que quien lo disfruta ya no se preocupa por lo que le pueda faltar; la presencia de su Dios le llena sin medida. Dios es su vitalidad, su razón de ser, su motivación.
Tratad, amados Hijos Míos, de imaginar que estáis en el Cielo y que sólo queréis lo que Dios quiere, porque Le amáis tanto que sólo eso os motiva y os deleita.
El amor puro es un sentimiento excepcional; los padres de niños pequeños pueden imaginarlo porque su amado hijo es el centro de toda su atención.
Parte 2: La resurrección del Señor
Mi Resurrección fue un gran momento de amor entre las Personas de la Santísima Trinidad. Se aman tanto y sin la menor sombra de imperfección, que la gran Victoria del Hijo de Dios y del hombre fue suya, plena y completa.

La Resurrección fue la victoria de Dios Padre, de Dios Hijo, de Jesucristo y del Espíritu Santo, de la Santísima Trinidad, un solo Dios y Tres Personas tan unidas que todo lo que toca a la Una toca a la Otra, tan unidas que todo lo que alegra a la Una alegra a la Otra, y así para cada una de las Tres Personas Divinas.
Parte 3: La Victoria de la resurrección, la respuesta del mal
Mi Resurrección y Mi lucha incomprensible contra todos los poderes del Mal, fue la Victoria divina de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sobre Lucifer que tan atrozmente los había humillado y maltratado en su creación.
Esta victoria abrió el Cielo a la humanidad, pero Lucifer había querido que cayera y fuera puesto bajo su tutela eterna.
Lucifer había querido plagiar a Dios y la creación debería, en su opinión, haber estado a su entera disposición, ser su juguete, su esclava, para disfrutarla a su manera y según todos sus delirios malsanos.

La humanidad debería haber buscado parecerse a él en lugar de querer ser a imagen del Hijo de Dios hecho hombre y de Su Bendita Madre María.
La humanidad debería haber permanecido encadenada; era su presa, pero Jesucristo se la arrebató. Esto multiplicó por diez su odio y desde entonces no ha cesado de intentar sobornar a la Santa Iglesia, de provocar herejías, de crear tensiones internas y finalmente, sí, finalmente, como provocó la crucifixión y muerte de la humanidad del Verbo, así provocará la muerte de la Iglesia, Madre de la humanidad.
Parte 4: Muerte y descomposición de la Iglesia
(No os caigáis, no tropecéis, manteneos erguidos…)

Mis queridísimos hijos, conservad la FE, conservad la ESPERANZA y conservad la CARIDAD.
A través de estas hermosas virtudes, estaréis protegidos de esta muerte programada de nuestra Madre la Santa Iglesia, la viviréis como Mi Santísima Madre al pie de Mi Cruz, sin vacilar, sin titubear y con un dolor que no conoce dudas.
Vosotros también asistiréis a la descomposición de esta hermosa estructura que ha sido la fuerza, el baluarte y la perennidad de la fe. Seréis como Mi Madre, las Santas Mujeres y Mi discípulo Juan, estoicos, llenos de esperanza y de apoyo a vuestros seres queridos. No os angustiaréis, no criticaréis a Mi santa Esposa la Iglesia porque, como la Santísima Virgen María, no dudaréis de su Resurrección. Permaneceréis firmes, seguros de vuestra fe y en la esperanza, y animaréis a vuestros seres queridos con gran caridad.
Que este momento de la muerte de Mi Iglesia no os encuentre desamparados, sino conservad la fe, la esperanza y la caridad, estas tres grandes virtudes que vuestra Madre María poseía magníficamente.
Ella se entristeció tanto por Mis sufrimientos, pero su confianza en Mí no se debilitó. Me amó tanto que Su Corazón se sintió como roto, pero Sus virtudes, por el contrario, se reavivaron en el gran fuego del Amor.
Parte 5: Como Nuestra Madre al pie de la Cruz. La Iglesia resucitará

Y vosotros, hijitos, permaneced erguidos, de pie al pie de la Cruz como Mi Madre, tan amada y tan valiente. No caigáis, no tropecéis, no perdáis vuestra certeza en Mi Victoria, la victoria de Mi Iglesia, y la de vuestra propia resurrección como hijos de Mi Santa Iglesia.
He aquí que os lo he dicho, habéis sido advertidos.
Yo os amo, Mis muy queridos hijos, amadme con la misma firmeza porque somos de la misma familia, la de Dios.
(Haz la señal de la cruz para recibir la bendición del Señor)
Os bendigo, en el Nombre (+) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y signaos porque Yo os bendigo de verdad.
Vuestro Redentor.”
Fuente: srbeghe.blog








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."