¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(Haz la señal de la cruz antes de leer y lee hasta el final…) – 20 de febrero de 2021
(DeepL Translator) “Mis hijos, los que Me aman y Me lo demuestran con su frecuente presencia en la iglesia, son el suave calmante de Mis heridas. Su sencillez y buena voluntad son poderosos sanadores de estas heridas profundas e hinchadas, y esta dulzura se sintió muy verdaderamente en Mi Sacrificio en la Cruz.
Me sois muy queridos, hijos Míos, vosotros que asistís a la Misa sacrificial con fervor y comprensión. Me consoláis y Me sois muy queridos.
Cuando estaba colgado en la Cruz, Mi dolor era inmenso. Sufría en cada parte de Mi Cuerpo, Mi Alma también estaba desolada y sentía en ella todo el sarcasmo del mundo entero y de todos los tiempos.

Estaba colgada de las manos, apoyada en los pies y el dolor de los clavos que me atravesaban los nervios era intolerable. Aunque hubiera podido librarme de él, siendo el Todopoderoso, deseaba más que nada salvar a Mis hermanos y criaturas de la tierra. Había decidido, como Dios, entregarme totalmente, aniquilarme para no retener nada, para que todos, incluso los más malvados, pudieran recurrir a Mi Sacrificio y convertirse. Esta conversión de todas las almas esclavizadas por Satanás era Mi deseo más querido, Mi objetivo aceptado y convenido. Si hubiera podido darme aún más, lo habría hecho.
Sufrí, sí, inconmensurablemente, conservé toda Mi energía mientras el dolor Me devoraba, pero no Me debilité; Me entregué a Mi Padre en cada momento, en cada segundo de esta tortura. Él lo aceptó con una bondad que sobrepasa la comprensión humana y todos Mis futuros santos, que habrían de poblar después el Cielo, Me consolaron y Me alentaron en este océano de dolor.
A las almas perversas que no quisieron reconocer Mi Sacrificio, no las culpé porque Yo también Me ofrecía por ellas. Son ellas las que han perdido Mi Amor rechazándolo, no soy Yo quien se lo ha negado. Pueden acercarse a Mí en cualquier momento, nunca les rechazaré. Si no lo quieren, es su voluntad, no la de Dios.
Os doy estas palabras para que las publiquéis, porque también hoy pueden acercarse a Mí, Yo les espero colgado en el patíbulo de la Cruz. Que vengan y se arrodillen en la iglesia, en su pueblo o ciudad, y miren allí la Cruz. Que Me contemplen y se imaginen que estaban al pie de esa cruz cuando Yo estaba colgado allí, con el cuerpo ensangrentado y chorreando sangre en parte ya seca. Sí, en la cruz estaba ensangrentado por las heridas de Mis manos y pies y también por el castigo de la flagelación.

La corona de espinas que Me habían clavado en la cabeza había atravesado uno de Mis ojos y el arco de Mis cejas. El dolor era tenaz y atormentador. Lo ofrecí por todos los pecados cometidos por miradas impuras y malsanas, curiosas e indiscretas. Estos pecados cometidos por miradas atrevidas o impuras empañan mucho a las almas culpables de ellos, pero también ellas pueden arrodillarse ante Mi Cruz y pedirme perdón. Yo las acogeré, las bendeciré, las absolveré. Sus pecados serán olvidados mientras estén dispuestas a dejarlos ir; y Yo seré su Buen Pastor, llevándolas sobre Mis hombros para traerlas de vuelta al redil.
Que todas estas almas pecadoras estén seguras de Mi Misericordia, de Mi Amor, de Mi gran Alegría al encontrarlas y devolverlas a Mi redil.
Yo también sufrí mucho en Mis manos y pies traspasados. Me sujetaban y cada respiración Me hacía sufrir intensamente. La presión de este movimiento sobre Mis manos y pies clavados era extrema y el dolor Me laceraba. Pero tenía que respirar y con cada inhalación y exhalación, las llamas del dolor invadían todo mi cuerpo. Estas llamas se ofrecían por todas las almas que Yo arrebataba a las llamas eternas y los demonios que Me rodeaban con odio ya se entregaban a Mi agarrotamiento. Pero mientras Yo vivía, ellos no podían hacer nada contra Mí.
Fue cuando Mi Alma abandonó Mi Cuerpo, después de Mi última exhalación, cuando todos se abalanzaron sobre Mí para arrastrarme a su guarida.

Me liberé primero del hedor y de todos los pecados que había cometido y que Me habían hecho merecedor de tal castigo; luego Me liberé de sus garras con Mi mirada y Mi Autoridad silenciosa. Se retiraron uno a uno hasta que el último Me soltó y sólo tuve una prisa, la de volver atrás pues ya Me habían arrastrado lejos.
Tomé el camino inverso de aquel horrible destino y cuando estuve totalmente liberado, Me aparecí a Mis fieles en el limbo, el limbo de los Justos, y los llevé Conmigo a los lugares que les estaban destinados.
También pasé por el purgatorio para dar esperanza a estos desgraciados prisioneros, que también esperaban su liberación. Todos se sintieron reconfortados, y la virtud luminosa de la Esperanza les animó a proseguir sus esfuerzos de satisfacción y purificación antes de entrar también ellos en el gozo divino.
Así fue, es y será el Sacrificio de la Cruz para todos, pero no todos lo aceptan. Algunas almas lo rechazan, otras lo ignoran, otras ni siquiera lo conocen. Hay también quienes lo conocen, lo respetan y lo admiran, le están agradecidos y luego están los primeros, los que se asocian a él y desean aliviar Mis sufrimientos participando en él; son Mis santos y Mis elegidos a quienes llevo a Mi lado en Mi Morada eterna y que nunca más Me abandonarán.
Todas las almas están destinadas a entrar en Mi Morada eterna y todas estarán allí desde el momento de la Resurrección General y del Gran Juicio Final, ya que, en ese momento, se habrán completado todas las fases preparatorias.
Los que no tendrán acceso serán los olvidados del Abismo, pero, olvidados por Dios y por los hombres, ya no interesan ni son objeto de nada.”
Fuente: srbeghe.blog








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."