¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(Haces la señal de la cruz ante de leer y lees todo sin prisa…) – 30 de agosto de 2020

(DeepL Translator) “Cuando un ser humano está en peligro, busca ayuda inmediata. Se pone en contacto con un amigo, un familiar, un vecino o alguna otra fuente de apoyo. Si no encuentra a nadie ni nada a lo que recurrir, se dirige a Dios. Si no es creyente ni devoto, se sentirá desconcertado y buscará sin ayuda la forma de salvarse.
Sí, este es el caso en tantas situaciones difíciles.
- Los hombres en peligro se olvidan demasiado a menudo de Mí, y los peligros son muchos. Son muchos a causa del pecado original, que permitió a la naturaleza física humana morir, lesionarse, enfermar, portarse mal o pecar -todo lo cual es lo mismo- y el único remedio real para estos males es la práctica religiosa.
(La oración…)
- El hombre que reza y regula sus días de acuerdo con su deber estatal como ciudadano católico, ciudadano de la patria celestial, se comportará de forma diferente al ciudadano mundano o ateo.
El ciudadano que se dice católico, pero que se interesa inmoderadamente por las cosas de la tierra, se olvidará de remitirse a Dios en los momentos difíciles, en la enfermedad, en las dificultades de la vida cotidiana. Será como el ateo, que tampoco se referirá a Dios en esos momentos, aunque sean frecuentes a lo largo de la vida terrena.
- El ciudadano de la patria celestial, en cambio, estará menos disipado y se aferrará a la oración y a la virtud teologal de la esperanza, esa virtud alta y poderosa que hará que no se arrepienta de nada, sino que lo acepte todo, confiado en que Dios, en su divina Providencia, gestiona su camino terrenal. Será recibido con gran alegría en la patria celestial cuando entre en ella, mientras que los otros dos tendrán que hacer penitencia antes de poder entrar, si es que se les concede el acceso.
(El juicio de las almas…)
Estos dos serán juzgados ante Dios y toda la corte celestial, y este momento particular del juicio, el juicio individual de cada ser humano después de su muerte terrenal, es impresionante para todos.
Este momento sella su eternidad y los que rechazan el amor de Dios en este instante único son desterrados del Pensamiento divino sin vuelta atrás posible. La negativa de un alma a adherirse a la Voluntad divina es inadmisible, y la obstinación en este rechazo del amor, la humildad y la admisión de sus errores voluntarios o incluso involuntarios, esta actitud la aparta de la vista de Dios, que ya no la conoce ni piensa en ella.
Estar alejada del Pensamiento divino es la prueba más intolerable para cualquier alma, porque el odio quiere un objeto al que odiar, y Dios no existe para ella. Le ha conocido, se ha burlado de Él o le ha despreciado, pero desde este rechazo de su Pensamiento, todos sus insultos, todas sus blasfemias, todos sus eructos no le tocan ni le molestan. Se ha vuelto inexistente para Él, aunque muy real, en un lugar espantoso que no es nada para Él y donde nunca intervendrá.
Esta categoría de almas rechazadas es una situación tan grave para ellas que se necesita mucha oración por los pecadores, ya que los pecados habituales son a menudo la causa de pecados mayores y finalmente de caídas graves y fatales.
(La oración por los pecadores…)
Los pecadores necesitan vuestras oraciones, hijos Míos; la gracia puede ayudarles a retroceder por la pendiente del mal y del libertinaje. Yo vine a la tierra para atraer hacia Mí a los pecadores, para salvarlos, he orado por ellos, les he tendido Mi mano, muchos se han convertido a Mi voz, y seguirán convirtiéndose por la Gracia santificante que atraeréis sobre ellos con vuestras oraciones.
Ofrecí Mi Vida en la Cruz para que todos los hombres tuvieran acceso al Cielo, pero desgraciadamente hay muchos que no Me encuentran o no Me buscan. La gracia unida a vuestra oración suplirá esta carencia y vosotros mismos seréis grandemente recompensados en el Cielo.

Que vuestra buena voluntad sea bendecida, hijos Míos, orad por todos los pecadores y no os canséis nunca de orar por ellos, lo necesitan tanto.
Son vuestros hermanos en la tierra, que esperan el día extraordinario en que ellos también estarán en la bienaventuranza celestial.”
Fuente: srbeghe.blog








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."