¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
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30 de mayo de 2021 – Estad atentos a los signos de los tiempos
(DeepL Translator) “Cuando escribo para el mundo, le enseño la Verdad como lo hice durante Mi vida en la tierra. Prediqué la Verdad de diversas maneras, claramente y en parábolas, y nunca varié. Mi enseñanza era nueva sin serlo, estaba en la continuidad de las verdades enseñadas por los profetas, pero el amor de Dios salió a la luz como nunca antes. La religión católica, a diferencia de todas las religiones que la precedieron, es una religión de amor. No un amor pálido y pasivo, sino un amor exigente que pide al hombre que ame a Dios de palabra y de obra, en las obras y en la caridad. El amor de Dios es ardiente, apasionado pero controlado, exigente y caritativo. No se ama a medias, no se da a medias, se implica, no se echa atrás. Cuando amamos, damos y nos damos; todo lo que retenemos viene de una falta de amor, de egoísmo.
El Señor Jesús amó perfectamente, enseñó sin descanso, se esforzó por llevar la Palabra de Dios a todos los pueblos de norte a sur y de este a oeste; y cuando la cosecha estuvo lista, se ofreció a Sí mismo en la Cruz para expiar los pecados de toda la humanidad. Dejó tras de sí a los apóstoles y al Espíritu Santo, que santifican a la Iglesia católica y le dan vida hasta el fin del mundo.
El mal no ha sido eliminado de la creación, no, pero los medios para vencerlo han sido confiados a la Santa Iglesia. Ella tiene siete Sacramentos y ha recibido la misión de Madre de educar a sus hijos en la santidad y de darles los medios para ello.
Vosotros, hijos míos, sois también sus hijos. Yo soy la Cabeza de la Santa Iglesia, que es mi esposa, vuestra Madre. Tenéis confianza en ella y tenéis razón, pero si vuestra madre se desvía del camino recto, vosotros, que sois sus hijos, tenéis derecho a ayudarla y hacerla volver al camino de la Verdad.
Releed las palabras de Mi Santísima Madre en La Salette(1) en 1846, ella habló claramente y los tiempos anunciados son vuestro presente. Mi sierva Melanie, la destinataria de sus palabras, fue perseguida durante el resto de su vida, encontrando poca aceptación a sus palabras. Aún hoy, la gran mayoría de los eclesiásticos, aunque reconocen este lugar de la aparición de Mi Madre, no reflexionan sobre el significado de sus advertencias y no enmiendan sus caminos para cumplirlas. Mi Madre en La Salette apareció llorando y los dos niños que la vieron se alarmaron.
La situación actual en la santa Iglesia católica es alarmante y no hay día en que no se oigan declaraciones que no están en conformidad con Mis enseñanzas. Muchos de mis hijos eclesiásticos han olvidado la enseñanza de la santa Iglesia católica; muchos predican según sus sentimientos y ya no según la sana teología o la moral.
Mi amor por la humanidad es tal que nunca más dejaré que el mundo se arruine, aunque yo haya muerto en la Cruz para salvarlo. San Agustín, de feliz memoria, escribió:
- Si tardas, no volvemos;
- si nos golpea tu brazo vengador, rehuimos.
- Cuando nos castigas, confesamos nuestras faltas; Pero apenas te alejas, olvidamos nuestras lágrimas.
- Si tu brazo se baja, lo prometemos todo; pero ¿acaso la espada permanece suspendida? Ya no cumplimos nuestras promesas.
- Si golpeas, nuestros gritos de piedad se elevan hasta ti;
- Apenas has perdonado, ya estamos provocando de nuevo tu justa venganza.
- Oh Señor, aquí estamos ante ti, hombres culpables que confiesan su culpa: si no nos muestras misericordia, sabemos que recaerá sobre nosotros una sentencia justa.
Sí, hijos míos, estad atentos a los signos de los tiempos. Yo vendré como un ladrón, no para los que velan sino para los otros que no esperan lo que viene. Vengo pronto, sí, vengo.
Que el amor de Dios arraigue en vuestras almas y estad alegres, porque vengo, ¡ya estoy aquí!”
- Aparicion de la Santisima Virgen en la Salette: Leer todo…
Fuente: srbeghe.blog








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."