
(466) Haz la Señal de la Cruz y lee todo sin prisa
§1: En cada Santa Misa, Me ofrezco a Mi Padre celestial por su salvación
§2: Quien quiera salvarse debe ante todo conservar la fe católica
§3: Vuelvan al Culto Divino de todos los tiempos
§4: El «Símbolo» de San Atanasio
§5: San Pío V, Constitución Apostólica «Quo Primum»
§1
(Lectura: 4-5 min.)
«Mis queridos, Mis amados, sean bendecidos, ustedes que están tan cerca de Mi Sagrado Corazón.
Les amo tanto que no ceso en su vida cotidiana de renovar Mi Sacrificio de la Cruz.
En cada Santa Misa, Me ofrezco a Mi Padre celestial por su salvación, en toda la dureza, el sufrimiento y la crueldad de Mi Pasión y de Mi Cruz.
La Santa Misa es la renovación incruenta de Mi Sacrificio, pero ¿qué significa eso?
¿Significa que en el altar de vuestra iglesia todo es incruento, todo es calma, todo es repetitivo en el aburrimiento para unos, en la impaciencia por acabar de una vez para otros?
Hijos Míos, si sus ojos pudieran ver lo invisible, Me verían en Misa llevando Mi Cruz por el largo camino del Calvario. Me verían a lo largo de los acontecimientos que condujeron del Huerto de los Olivos a Mi Resurrección, pasando por todas las fases de Mis sufrimientos y humillaciones:
- Mi flagelación; Mi coronación de espinas.
- Mis caídas; Mis laceraciones.
- Mi desnudez; Mis manos y pies traspasados y clavados en el madero de la Cruz.
- Mi colgamiento con los brazos abiertos para atraeros a todos hacia Mí.
- Mi sed de vuestro arrepentimiento; Mi Muerte en plena lucidez.
- Y luego, lo que no se ha visto, el ataque a Mi Alma de todos los demonios del infierno, su abrazo detestable, su furia hiriente, maloliente y angustiosa.
Mi batalla espiritual fue ganada y entonces ascendí lejos de sus garras lacerantes y de su hediondo aliento y, ascendiendo hacia la tierra para resucitarme, pasé por «los infiernos», la morada de las almas después de su muerte, unas más tenebrosas que otras, y abrí entonces el purgatorio a las almas destinadas a entrar en Mi Paraíso, pero aún no purificadas.
§2
En efecto, mientras no Me ofrecí a Mi Padre para la salvación de las almas, el mundo invisible no ofrecía zonas cristianas de satisfacción por los pecados y el Paraíso estaba vacío.
El Limbo de los Justos, también llamado Limbo de los Patriarcas, era una zona de creyentes en Yahvé que esperaban su liberación, pero el Señor Jesús, Yo que os hablo, aún no había revelado el Misterio de la Santísima Trinidad; sin embargo, toda alma que entra en las esferas cristianas del mundo invisible -el Purgatorio y el Paraíso- debe haber hecho lealtad al Misterio de la Santísima Trinidad, el único Dios en Tres Personas, según el símbolo de San Atanasio (siglo VI) [1] que comienza así:
“Quien quiera salvarse debe ante todo conservar la fe católica, y quien no la conserve inviolable y completamente, sin duda alguna, perecerá eternamente.”
Mediten, Mis queridos, Mis amados, Mis dulcísimos hijos del Padre Celestial, mediten en estas palabras tan claras, inequívocas, pero también inflexibles.
Mediten en estas dos palabras: “inviolablemente“ e “integralmente“.
¿No tendrían más bien ciertos católicos, mal llamados “recalcitrantes” o “fundamentalistas” por quienes aprecian la modernidad y los cambios en la Iglesia, la santa voluntad, fieles a la enseñanza del Hijo de Dios e Hijo del Hombre, de conservar “inviolablemente” e “integralmente” su enseñanza?
§3
¿Lo que fue enseñado por Jesucristo y, siguiendo sus huellas, por la Santa Iglesia Católica, debe acompañar a los tiempos modernos con sus excesos, sus impiedades y sus desmanes, o no debe más bien permanecer arraigado en su “inviolabilidad” y su “integridad“?
Formular la pregunta es responderla.
Mis queridos hijos, huyan de las novedades aportadas al Culto Divino; el hombre cambia, pero Dios no.
Vuelvan al Culto Divino de todos los tiempos, tal como fue concebido y ratificado a lo largo de los siglos – codificado irrevocablemente por el Concilio de Trento y por la Bula “Quo Primum Tempore” (1570) del Papa San Pío V – para que, fieles al Símbolo de San Atanasio, deseen salvarse sosteniendo inviolable e íntegramente la fe católica.
Pero a aquellos de ustedes que, de buena fe, pero desinformados, piensan que la autoridad del Papa Pablo VI estaba justificada al cambiar el rito de la Misa, les cito un pasaje importante de esta Bula de San Pío V:
“Por nuestra presente constitución, que es válida a perpetuidad, hemos decidido y ordenamos, bajo pena de nuestra maldición, que nunca se añada, sustraiga o modifique nada al Misal que acabamos de editar.
De la misma manera, por las disposiciones de estas presentes y en nombre de Nuestra Autoridad Apostólica, concedemos y otorgamos que este mismo Misal pueda ser seguido en su totalidad en la Misa cantada o leída, en cualquier iglesia que sea, sin ningún escrúpulo de conciencia y sin incurrir en ningún castigo, condena o censura, y que pueda ser usado válida, libre y lícitamente, y esto a perpetuidad […].
Ningún sacerdote o religioso puede ser obligado a celebrar la Misa de otro modo que como lo hemos fijado, y que nunca y en ningún momento nadie puede obligarlos o forzarlos a dejar este Misal o a abrogar la presente instrucción o modificarla, sino que permanecerá siempre vigente y válido, en toda su fuerza […].”
Y Yo, Dios, afirmo que esta Bula permanece a perpetuidad en toda su fuerza y validez, y nadie podrá reprocharles legítimamente que permanezcan fieles a la Misa llamada “Tridentina” (llamada así a causa del Concilio de Trento), o “Tradicional” porque siempre se ha dicho, especialmente desde San Gregorio I, conocido como el Grande, en el siglo VI.
Y Yo, vuestro Señor, les doy Mis gracias para que Me sigan, Me sean fieles y Me amen.
Les bendigo en el Nombre (+) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que así sea.
Vuestro Señor y vuestro Dios».
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Entonces, si la Bula de San Pío V «permanece en vigor para siempre con toda su fuerza…», ¿qué pasa con el papa Pablo VI y el papa Francisco?
“La mitad del viaje de nuestra vida
me encontré en una selva obscura,
por haberme apartado del camino recto.
No sé decir fijamente cómo entré allí;
tan adormecido estaba
cuando abandoné el verdadero camino…
así mi espíritu, fugitivo aún,
se volvió hacia atrás para mirar el lugar
de que no salió nunca nadie vivo…”
–Infierno, Canto Primero, Dante Alighieri
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§4
El «Símbolo» de San Atanasio

Libro antiguo en eslavo eclesiástico antiguo. La página contiene el Símbolo Atanasiano. Chernihiv, Museo.
El «Símbolo Atanasiano» es especialmente significativo para la doctrina trinitaria, que expresa con fuerza para combatir el arrianismo. En la liturgia de la Iglesia occidental se recitaba en el primer oficio divino dominical. En el rito ambrosiano, en cambio, se utiliza como himno del Oficio de Lecturas, en lugar del Te Deum, el domingo de la Santísima Trinidad
- (1) Quien quiera ser salvo, es necesario que tenga la fe católica;
- (2) si alguien no la conserva íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente.
- (3) La fe católica es que veneramos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad,
- (4) sin confundir las personas ni separar la sustancia:
- (5) pues otra es la persona del Padre, otra [la persona] del Hijo, otra [la persona] del Espíritu Santo;
- (6) pero única es la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, igual la gloria, coetánea la majestad.
- (7) Como es el Padre, así es el Hijo, así es también el Espíritu Santo:
- (8) no creado el Padre, no creado el Hijo, no creado el Espíritu Santo;
- (9) inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo;
- (10) eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo;
- (11) y, sin embargo, no tres eternos, sino un solo eterno;
- (12) como tampoco tres no creados, ni tres inmensos, sino un solo no creado [inmenso] y un solo inmenso [no creado].
- (13) Así también, omnipotente es el Padre, omnipotente es el Hijo, omnipotente es el Espíritu Santo;
- (14) y sin embargo no tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.
- (15) Así es Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo;
- (16) y sin embargo no tres dioses, sino un solo Dios.
- (17) Así es Señor Padre, Señor Hijo, Señor Espíritu Santo;
- (18) y sin embargo no tres Señores, sino un solo [-!] Señor:
- (19) ya que, como nos obliga la verdad cristiana, debemos profesar a cada persona individualmente como Dios y Señor,
- (20) así la religión católica nos prohíbe hablar de tres Dioses o Señores.
- (21) El Padre no fue hecho por nadie, ni creado, ni engendrado;
- (22) el Hijo es solo del Padre, no hecho ni creado, sino engendrado;
- (23) el Espíritu Santo (es) del Padre y del Hijo, no hecho ni creado, ni engendrado, sino procedente.
- (24) Por lo tanto, un solo Padre, no tres Padres, un solo Hijo, no tres Hijos, un solo Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
- (25) Y [-!] en esta Trinidad nada (es) antes ni después, nada mayor ni menor,
- (26) sino que las tres personas son coeternas y coiguales entre sí.
- (27) De modo que en todo, como ya se ha dicho anteriormente, debemos venerar tanto la unidad en la Trinidad como la Trinidad en la unidad [la Trinidad en la unidad que la unidad en la Trinidad].
- (28) Quien quiera ser salvo, así debe pensar de la Trinidad.
- (29) Pero es necesario para la salvación eterna creer también fielmente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
- (30) Es, pues, recta fe que profesamos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es [igualmente] [y] Dios y hombre:
- (31) es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de la sustancia de su madre en el tiempo;
- (32) Dios perfecto, hombre perfecto, subsistente en alma inteligente y carne humana;
- (33) igual al Padre según la divinidad, inferior al Padre según la humanidad;
- (34) él, aunque es Dios y hombre, no es sin embargo dos, sino un solo Cristo;
- (35) uno solo, pero no por la transformación de la divinidad en carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios;
- (36) uno solo en su totalidad, no por confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona.
- (37) En efecto, como un solo hombre es alma inteligente y carne, así el único Cristo es Dios y hombre.
- (38) Él padeció por vuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día [-!] resucitó de entre los muertos,
- (39) subió a los cielos, está sentado [se sentó] a la derecha del Padre, desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
- (40) A su venida, todos los hombres resucitarán con [en] sus cuerpos y darán razón de sus obras;
- (41) y los que hicieron el bien irán a la vida eterna, y los que hicieron el mal, al fuego eterno.
- (42) Esta es la fe católica: quien no la haya creído fiel y firmemente, no podrá salvarse.
§5
Papa Pío V, Constitución Apostólica «Quo Primum»
PIUS EPISCOPUS. SERVUS SERVORUM DEI. AD PERPETUAM REI MEMORIAM
(14 de julio de 1570) «Quo primum tempore…»
- I. “Desde el primer instante en que fuimos elevados a la cima del Apostolado, aplicamos con gusto nuestro ánimo y nuestras fuerzas y dirigimos todos nuestros pensamientos ha cia aquellas cosas que tendieran a conservar puro el culto de la Iglesia y nos esforzamos por organizarlas y, con la ayuda de Dios mismo, por realizarlas con toda la dedicación debida.
- II. Y como, entre otras decisiones del Santo Concilio de Trento, nos incumbiera estatuir sobre la edición y reforma de los libros sagrados – el Catecismo, el Misal y el Breviario
– después de haber ya, gracias a Dios, editado el Catecismo para instrucción del pueblo y corregido completamente el Breviario para que se rindan a Dios las debidas alabanzas, Nos parecía necesario entonces pensar cuanto antes sobre lo que faltaba en este campo: editar un Misal que correspondiera al Breviario, como es congruente y adecuado (pues resulta de suma conveniencia que en la Iglesia de Dios haya un solo modo de salmodiar, un solo rito para celebrar la Misa). - III. En consecuencia, hemos estimado que tal carga debía ser confiada a sabios escogidos: son ellos, ciertamente, quienes han restaurado tal Misal a la prístina norma y rito de los Santos Padres (3). Dicha tarea la llevaron a cabo después de coleccionar cuidadosamente todos los textos – los antiguos de nuestra Biblioteca Vaticana junto con otros buscados por to das partes, corregidos y sin alteraciones – y luego de consultar asimismo los escritos de los antiguos y de autores reconocidos que nos dejaron testimonios sobre la venerable institución de los ritos.
- IV. Revisado ya y corregido el Misal, hemos ordenado tras madura reflexión que fuera impreso cuanto antes en Roma, y, una vez impreso, editado, para que todos recojan el fruto de esta institución y de la tarea emprendida. Y especialmente para que los sacerdotes sepan que oraciones deben emplear en adelante, que ritos o que ceremonias han de mantener en la celebraci6n de las Misas.
- V. Pues bien: a fin de que todos abracen y observen en todas partes lo que les ha sido transmitido por la sacrosanta Iglesia Romana, madre y maestra de las demás Iglesias, en adelan te y por la perpetuidad de los tiempos futuros prohibimos que se cante o se recite otras fórmulas que aquellas conformes al Misal editado por Nos, y esto en todas las Iglesias Patriarca les, Catedrales, Colegiadas y Parroquiales de las Provincias del orbe cristiano, seculares y regulares de cualquier Orden o Monasterio – tanto de varones como de mujeres e incluso de mili cias – y en las Iglesias o Capillas sin cargo de almas, donde se acostumbra o se debe celebrar la Misa Conventual, en voz alta con coro o en voz Baja, según el rito de la Iglesia Romana. Aún si esas mismas Iglesias, por una dispensa cualquiera, hayan estado amparadas en un indulto de la Sede Apostólica, en una costumbre, en un privilegio (incluso juramentado), en una confirmación Apostólica o en cualquier tipo de permiso. Salvo que en tales Iglesias, a partir precisamente de una institución inicial aprobada por la Sede Apost6lica o a raíz de una costumbre, esta ultima o la propia institución hayan si do observadas ininterrumpidamente en la celebración de Misas por más de doscientos anos. A esas Iglesias, de ninguna mane ra les suprimimos la celebración instituida o acostumbrada. De todos modos, si les agradara más este Misal que ahora sale a la luz por Nuestro cuidado, les permitimos que puedan celebrar Misas según el mismo sin que obste ningún impedimento, si lo consintiera el Obispo, el Prelado o la totalidad del Capítulo.
- VI. En cambio, al quitar a todas las demás Iglesias enumeradas antes (10) el uso de sus Misales propios, al desecharlos total y radicalmente, y al decretar que jamás se agregue, suprima o cambie nada a este Misal Nuestro recién editado, lo estatuimos y ordenamos mediante Nuestra Constitución presente, valedera a perpetuidad, y bajo pena de Nuestra indignación. Así, en conjunto e individualmente a todos los Patriarcas de tales Iglesias, a sus Administradores y a las demás personas que se destacan por alguna dignidad eclesiástica – aún cuando sean Cardenales de la Santa Iglesia Romana o estén revestidos de cualquier grado o preeminencia – les mandamos y precep tuamos estrictamente, en virtud de la Santa obediencia: – que canten y lean la Misa según el rito, el modo y la norma que ahora transmitimos mediante este Misal, abandonando por entero en adelante y desechando de plano todos los demás procedimientos y ritos observados hasta hoy por costumbre y con origen en otros Misales de diversa antigüedad; – y que no se atreven a agregar o recitar en la celebración de la Misa ceremonias distintas a las contenidas en el Misal presente.
- VII. – Además (12), por autoridad Apostólica y a tenor de la presente, damos concesión e indulto, también a perpetuidad, de que en el futuro sigan por completo este Misal (15) y de que puedan, con validez, usarlo libre y lícitamente en todas las Iglesias sin ningún escrúpulo de conciencia y sin incurrir en castigos, condenas, ni censuras de ninguna especie (17).
- VIII. Del mismo modo, estatuimos y declaramos : – que no han de estar obligados a celebrar la Misa en forma distinta a la establecida por Nos ni Prelados, ni Administradores, ni Capellanes ni los demás Sacerdotes seculares de cualquier denominación o regulares de cualquier Orden;- que no pueden ser forzados ni compelidos por nadie a reemplazar este Misal; – y que la presente Carta jamás puede ser revocada ni modificada en ningún tiempo, sino que se yergue siempre firme y válida en su vigor. No obstan los estatutos o costumbres contrarias precedentes de cualquier clase que fueran: constituciones y ordenanzas Apostólicas, constituciones y ordenanzas generales o especiales emanadas de Concilios Provinciales y Sinodales, ni tampoco el uso de las Iglesias enumeradas antes, cuando, a pesar de estar fortalecido por una prescripción muy antigua e inmemorial, no supera los doscientos años.
- IX. En cambio, es voluntad Nuestra y decretamos por idéntica autoridad que, luego de editarse esta constitución y el Misal, los sacerdotes presentes en la Curia Romana están obligados a cantar o recitar la Misa según el mismo al cabo de mes; por su parte los que viven de este lado de los Alpes, al cabo de tres meses; y los que habitan más allá de esos montes, al cabo de seis meses o desde que lo hallen a la venta.
- X. Y para que en todos los lugares de la tierra se conserve sin corrupción y purificado de defectos y errores, también por autoridad bien por autoridad Apostólica y a tenor de la presente prohibi mos que se tenga la audacia o el atrevimiento de imprimir, ofrecer o recibir en ninguna forma este Misal sin Nuestra licen cia o la licencia especial de un Comisario Apostólico que Nos constituiremos al efecto en cada región: él deberá previamente, dar plena fe a cada impresor de que el ejemplar del Misal que servirá como modelo para los otros, ha sido cotejado con el impreso en Roma según la edición original, y concuerda con este y no discrepa absolutamente en nada. (Nuestra prohibición se dirige) a todos los impresores que habitan en el dominio sometido directa o indirectamente a Nos y a la Santa Iglesia Romana, bajo pena de confiscación de los libros y de una multa de doscientos ducados de oro pagaderos ipso facto a la Cámara Apostólica; y a los demás establecidos en cualquier parte del orbe, bajo pena de excomunión latæ sententiæ (automática) y de otros castigos a juicio Nuestro.
- XI. Por cierto, como sería difícil transmitir la presente Carta a todos los lugares del orbe Cristiano y ponerla desde un principio en conocimiento de todos, damos precepto: de que sean publicadas y fijadas, según la costumbre, en las puertas de la Basílica del Príncipe de los Apóstoles y de la Chancillería Apostólica y en el extremo del Campo de Flora; y de que a los ejemplares de esta Carta que se muestren o exhiban – incluso a los impresos, suscriptos de propia mano por algún tabelión público y asegurados además con el sello de una persona cons tituida en dignidad eclesiástica – se les otorgue en toda nación y lugar la misma fe perfectamente indubitable que se otorgaría a la presente.
- XII. Así pues, que absolutamente a ninguno de los hombres le sea licito quebrantar ni ir, por temeraria audacia, contra esta página de Nuestro permiso, estatuto, orden, mandato, precepto, concesión, indulto, declaración, voluntad, decreto y prohibición. Más si alguien se atreviere a atacar esto, sabrá que ha in currido en la indignación de Dios omnipotente y de los biena venturados Apóstoles Pedro y Pablo.
- Dado en Roma, en San Pedro en el año mil quinientos se tenta de la Encarnación del Señor, la víspera de los Idus de Ju lio, en el quinto año de Nuestro Pontificado.”
- San Atanasio de Alejandría fue un obispo y teólogo griego antiguo, octavo patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Alejandría desde el año 328, con varias interrupciones, hasta el 373. Es uno de los cuatro Padres de la Iglesia Oriental que llevan el título de «Grande», junto con Antonio Abad, Basilio y Focio de Constantinopla. Las iglesias copta, católica y ortodoxa lo veneran como santo.
- Misa Tridentina, llamada así por el Concilio de Trento
Fuente: srbeghe.blog