¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
Jesús explica las consecuencias del suicidio
Jesus dice: “Salomón, […] Ere sabio, el más sabio de aquellos tiempos. ¿Recuerdes lo que dijo, después de haber conocido todo el saber?: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Temer e Dios y observer sus mandamientos: esto es todo el hombre”. Ahora Yo te digo que hay que saber tomar de los alimentos sustento, pero no veneno.
Y si se ve que un alimento nos es nocivo (porque se producen reacciones en nosotros por les cueles ese alimento es nefasto, siendo más fuerte que nuestros humores buenos, los cueles lo podrían neutralizar) es necesario dejar de tomar ese alimento, aunque see apetitoso el gusto.
Mejor pen, sin más, y agua de le fuente, que no los platos rebuscados de le mesa del rey que tienen especies que alteran y envenenen». […] Es verdad que meterse es igual que meter.
La vida es don de Dios, y sea la propia o la ajena, y sólo a Dios, que le he otorgado, le está reservado el poder de quitarla. Quien se mata confiese su soberbia, y Dios odia la soberbia.
- […] ¿Y qué es le desesperación sino soberbia?
- […] ¿Por qué uno pierde la esperanza?
O porque les desventures se ense ñen con él y quiere vencerles por sí solo, sin ser capaz de tanto; o bien porque es culpable y juzga de sí mismo que Dios no lo puede perdonar.
- Tanto en el primero como en el segundo caso, ¿no es reine le soberbia?
El hombre que quiere por sí solo resolver les coses carece de la humildad de tender la mano al Padre diciéndole: ‘Yo no puedo, pero Tú sí puedes. Ayúdame, porque espero todo, todo lo estoy esperando, de Ti’.
El otro hombre, el que dice: ‘Dios no puede perdonarme’, lo hace porque midiendo a Dios con el patrón de sí mismo sabe que otra persona, ofendida como él ha ofendido, no podría perdonarle. O sea, también aquí hay soberbia.
El humilde siente compasión y perdona aunque sufra por la ofensa recibida. El soberbio no perdona. Es además soberbio porque no sabe bajar la cabeza y decir: “Padre, he pecado, perdona a tu pobre hijo culpable”. ¿O es que no sabes, Judas, que el Padre está dispuesto a disculpar todo, si se pide perdón con corazón sincero y contrito, con corazón humilde y deseoso de resucitar al bien?». «Entonces […] los hombres que la Escritura cita, y que se mataron, hicieron mal». «No es lícito hacer violencia a nadie, y tampoco uno a sí mismo.
Hicieron mal. Conociendo relativamente el bien, habrán obtenido de Dios, en ciertos casos, misericordia. Pero a partir de que el Verbo haya aclarado toda verdad y haya dado fuerza a los espíritus con su Espíritu, desde entonces, ya no le será concedido el perdón a quien muera desesperado. Ni en el instante del juicio particular, ni, después de siglos de Gehena, en el Juicio Final, ni nunca. ¿Es dureza de Dios? No: justicia.
Dios dirá: ‘Tú, criatura dotada de razón y de sobrenatural ciencia, creada libre por Mí, decidiste seguir el sendero elegido por ti, y dijiste: `Dios no me perdona. Estoy separado para siempre de Él. Juzgo que debo aplicarme por mi mismo justicia por mi delito. Dejo la vida para huir de los remordimientos’, sin pensar que ya no habrías sentido remordimientos si hubieras venido a mi seno paterno. Recibe eso mismo que has juzgado. No violento la libertad que te he dado’.
- Esto le dirá el Eterno al suicida. Piénsalo […] La vida es un don, y hay que amarla. ¿Y qué don es? Don santo.
Así que ha de ser amada santamente. La vida dura mientras la carne resiste. Luego empieza la Vida grande, la eterna Vida: de beatitud para los justos, de maldición para los no justos.
La vida, ¿es fin o es medio? Es medio. Sirve para el fin, que es la eternidad.
Pues démosle entonces a la vida aquello que le haga falta para durar y servir al espíritu en su conquista.
- Continencia de la carne en todos sus apetitos, en todos.
- Continencia de la mente en todos sus deseos, en todos.
- Continencia del corazón en todas las pasiones que saben a humano.
Sea, por el contrario, ilimitado el impulso hacia las pasiones celestes: amor a Dios y al prójimo, voluntad de servir a Dios y al prójimo, obediencia a la Palabra divina, heroísmo en el bien y en la virtud. […]
He venido para los hombres, […] no para los ángeles, que no tienen necesidad de maestro. Los ángeles ven a Dios, viven en su Paraíso, no ignoran las pasiones de los hombres, porque la Inteligencia, que es su Vida, los hace conocedores de todo, incluso a aquellos que no son custodios de un hombre. Pero, siendo espirituales, sólo pueden tener un pecado, como uno de ellos lo tuvo y arrastró consigo a Jos menos fuertes en la caridad: la soberbia, flecha que afeó a Lucifer, el más hermoso de los arcángeles, e hizo de él el monstruo horripilante del Abismo.
No he venido para los ángeles (los cuales, después de la caída de Lucifer, se horrorizan incluso ante el espectro de un pensamiento de orgullo), sino que he venido para los hombres, para hacer de los hombres ángeles. El hombre era la perfección de la creación.
Tenía del ángel el espíritu, del animal la completa belleza en todas sus partes animales y morales; no había criatura que le igualara. Era el rey de la Tierra, como Dios es el Rey del Cielo, y un día, el día en que él se hubiera dormido por última vez en la tierra, iba a ser rey, con el Padre, en el Cielo.
Satanás ha arrancado las alas al ángel-hombre y, en su lugar, ha puesto garras de fiera y avidez de inmundicia y ha hecho de él un ser al que cuadra más el nombre de hombre-demonio que el de hombre a secas.
Yo quiero borrar la deformación causada por Satanás, anular el hambre corrompida de la carne contaminada, devolverle las alas al hombre, llevarle de nuevo a ser rey, coheredero del Padre y del Reino celeste. Sé que el hombre, si quiere quererlo, puede llevar a cabo cuanto digo, para volver a ser rey y ángel.
No os diría cosas que no pudierais hacer. Yo no soy uno de esos oradores que predican doctrinas imposibles.”

Maria Valtorta: (CEV) “El Evangelio como me ha sido revelado”









“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."