¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
Conozca a su enemigo: Las trampas de satanás para los hijos de Dios
(CEV) “Los Quadernos 1944”, p. 579
Jesus dice: “”Lucifer es inteligentísimo, además de ser astuto. Emplea la astucia para urdir asechanzas, pero emplea la inteligencia para pensar si puede arruinar a una criatura y cuándo y cómo puede hacerlo y, por lo tanto, apenarme.
Puedes estar segura de que jamás derrocha inútilmente su tiempo. Y como tiene mucho que hacer en la numerosa población del globo, por más que sea omnipresente en la Tierra y por más que la exigua atención del hombre y su escasa voluntad hacia el bien conviertan la ya enorme potencia de Lucifer en casi omnipotencia sobre las criaturas, tiene que calcular bien su tiempo y no perder un minuto para trabajar con provecho.
Con el nefasto provecho de colmar sus cofres infernales con los tesoros que le roba a Dios, es decir, las almas.
En verdad, es un incansable trabajador. En lo alto, el Incansable obra el bien para vosotros. En las profundidades, el incansable obra el mal para vosotros.
Y en verdad te digo que éste es más afortunado que Dios. Sus conquistas son más numerosas que las mías. Mas, como puedes comprender bien por la premisa, aun siendo astuto e inteligente, estando tan atareado no puede concederse el lujo de ocuparse de todos en igual medida. Y no se lo concede.
¡Oh, aunque lo sea en el ámbito del mal, es un asceta de la idea que persigue, está entregado por completo a ella, no se distrae, no se aviene a transacciones ni a desfallecimientos ni a postergaciones! ¡Oh hombres, si vosotros fuerais en cuanto al bien lo que es Satanás en cuanto al mal! Mas no lo sois.
Cuando una criatura nace a la inteligencia, Lucifer se ocupa poco de ella; se limita a observarla escudriñándola como a un probable chivo de su rebaño infernal en el futuro.
Pero a medida que la criatura comienza a saber pensar, a saber emplear su voluntad, es decir, cuando ya ha pasado los siete años, Lucifer aumenta sus atenciones y empieza su adoctrinamiento. El ministerio angélico instruye y conduce a los espíritus con pala bras de luz.
El ministerio satánico instruye e instiga a los espíritus con palabras de tinieblas.
Es una lucha interminable.
Que venza o pierda el uno, que venza o pierda el otro, el ángel de la luz y el ángel de las tinieblas combaten en torno a un espíritu hasta el último minuto de su vida mortal, para arrebatarse recíprocamente la presa, el uno para devolvérsela a su Señor, en la luz, luego de haberla tutelado por todo su día terrenal; el otro, para arrastrarla consigo en las tinieblas si, por último, la victoria fue suya.
Mas, entre esos dos que combaten, hay otro ser que, en el fondo, es el personaje más importante: está el hombre por el cual los dos combaten.
Está el hombre, libre de seguir su voluntad y dotado de inteligencia y razón, munido de la fuerza incalculable de la Gracia, que le ha concedido el Bautismo y que los Sacramentos le mantienen y aumentan. Como tú sabes’, la Gracia es la unión del alma con Dios.
Por este motivo, tendría que daros una fuerza tal que os hiciera inaferrables e incorruptibles ante las insidias y corrupciones satánicas, puesto que la unión con Dios tendría que convertiros en semidioses. Mas, para permanecer siendo tales, hay que quererlo; hay que decirle a Satanás y decirse a sí mismos: “Yo pertenezco a Dios y quiero ser sólo de Dios”.
Por eso es necesario obedecer los preceptos y consejos; por eso es necesario un esfuerzo continuo para seguir, perseguir, conquistar el bien, un bien cada vez mayor; por eso es necesario observar absoluta fidelidad y constante vigilancia; por eso es necesario heroísmo para vencerse a sí mismos y vencer lo exterior, frente a las seducciones de la concupiscencia trina y en sus múltiples aspectos. Pocos, muy pocos, excesivamente pocos, saben hacer estas cosas.
Entonces, ¿qué pasa? Entonces, Satanás se ocupa poco de ellos, que pueden ser capturados fácilmente, cuando él lo quiera y que, una vez capturados, se muestran inertes, sin intentar huir. Actúa con ellos como el gato con el ratón. Les coge, les aprieta un poco, les aturde y luego les deja, limitándose a propinarles un nuevo zarpazo, un nuevo mordisco, si advierte la señal de una tímida fuga.
Pero hace sólo eso. Sabe que son “suyos” y no pierde mucho tiempo por ellos ni usa mucha inteligencia.
¡En cambio, con los “míos”, con los “míos” es otra cosa! Los “míos” son la presa que aguijonea sobremanera su hambre maligna. Son los “inaferrables”.
Y Satanás, como es un cazador experto, sabe que es meritorio capturar la caza difícil. Son la “dicha” de Dios. Y Satanás festeja mucho cuando puede darle un dolor a Dios, cuando puede ofenderle y desilusionarle.
Vive de odio. Del mismo modo de que Dios vive de amor. Él es el Odio. Así como Dios es el Amor. El Odio es su sangre. Así como el Amor es la mía.
He aquí por qué multiplica los cuidados y la vigilancia en torno a uno que es “mío”.
Entrar en una fortaleza desmantelada es un juego de niños. No le interesa al cruel rey del Infierno.
Le interesan las fortalezas de Dios, las rocas puras y lisas, límpidas como el cristal, resistentes como el acero, que llevan esculpido en todas partes, aun en las honduras más profundas, el Nombre más santo: el Nombre de Dios.
Es más: propio de esas profundidades, el nombre filtra como un fluido que emana desde lo íntimo al exterior. Es el Nombre que aman, que sirven, que pronuncian, con el espíritu en adoración, a cada latido de su corazón.
Por eso, el gozo de Satanás consiste en cogerles, en cogeros, en arrebataras a Mí, en borrar ese Nombre de vuestro ser trino, hecho de espíritu, carne y razón, y hacer de vosotros, que sois las flores de mi jardín, inmundicia para su infierno y luego reír, arrojando su risa blasfema contra el trono divino, reír por su victoria sobre el hombre y sobre Dios.
Cuanto más sois “míos”, más se empecina en haceros suyos. Y, como en vosotros existe una voluntad y una vigilancia asiduas, él, el Astuto, no os sigue y persigue con el método que emplea con los demás. Por el contrario, os ataca a traición, manteniendo distancias cada vez más largas, en los momentos más imprevisibles y con los motivos más inesperados.
Se aprovecha del dolor, de la necesidad, del abandono, de las desilusiones y se abalanza como una pantera sobre vuestra desconsolada debilidad, sobre vuestra atónita debilidad de ese momento, con la esperanza de venceros esta vez para rehacerse de todas las veces en que le habéis vencido.
¿Cuáles son sus medios? Son infinitos. ¿Cuál es su método? Es uno solo: la dulzura benévola, engañosa, la palabra meditada y calma, la apariencia de un amigo que ayuda, que está dispuesto a ayudar.
¿Ya has sufrido estos asaltos? Los sufrirás aún, serán numerosos y cada vez más astutos. ¡Oh, qué rencor hacia Mí y hacia ti! Cada vez más sufrirás estos asaltos y serán tan sutiles que lograrán engañar hasta al más listo.
Quiero decir “listo” desde un punto de vista humano pues, ¡sonríe, oh alma que amo!, la sencillez que está impregnada totalmente de Dios, y que así se conserva, es impenetrable a cualquier sutileza.
Los asaltos herirán tu carne. Mas la cicatriz que marca la carne representa el honor del soldado y afirma: “Esta señal es la prueba de una batalla viril”.
Y cuanto más la carne del soldado está marcada por estas señales, tanto más el mundo se inclina ante ese valiente.
En las batallas espirituales sucede lo mismo.
Y vuestras heridas, que no dañan el espíritu sino que cubren de livor solamente la envoltura del espíritu-rey, constituyen vuestro honor. Y por ellas seréis honrados en el Cielo.
En verdad te digo que llamáis “mártires” sólo a los que perecieron por obra de los tiranos.
Pero lo son todos mis santos, porque para ser santos debieron sufrir la persecución de Satanás y aun así, mantenerse fieles.
¡Gloria a los que vencen! Las palmas celestes son para vosotros».
Maria Valtorta:
Los cuadernos. 1943; 1944; 1945



Los Cuadernos recogen escritos sobre temas ascéticos, bíblicos, doctrinales, de crónica autobiográfica, además de descripciones de escenas evangélicas y de martirios de primeros cristianos.







“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."