¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(M18M30-25) – Extractos de Mensajes del Cielo a Valentina, Australia
1. Ven a Mi Cenáculo
2. Frutos podridos en la Iglesia
3. No estoy en el Cenáculo durante la Misa corta

§1
1. Ven a Mi Cenáculo
Valentina: “Hoy, durante la Santa Misa, nuestro Señor Jesús dijo:
«Ven a Mi Cenáculo y mira cómo sufro. Ven a consolarme y mira cómo sufro por esta humanidad. Muchos sacerdotes no son fieles a Mí. Ni siquiera piensan en Mí manifestándome durante la Santa Misa.

Qué triste Soy, que irrumpo en la nada para salvar a la humanidad, y sin embargo no se dan por enterados. Los sacerdotes guardan silencio, no piden a la gente que se arrepienta, que se confiese. La gente sigue viviendo sus vidas pecaminosamente, y eso Me ofende tanto».
Arrodillada ante nuestro Señor Jesús, veo cómo se entrega por completo: todo el poder, toda la energía sale de nuestro Señor para redimirnos. Realmente se entrega totalmente por nosotros, por nuestra salvación.

Mientras veía sufrir a nuestro Señor, dije:
«Señor, ver cómo sufres me perturba mucho. (Pregunté) Señor, ¿haces eso en todas las Iglesias, en todas las Misas?»
Jesús: «Sí, en todas las Iglesias».
Aunque Nuestro Señor Jesús esté glorioso en el Cielo, su Crucifixión sigue eternamente presente en los Altares cada vez que se celebra la Santa Misa – para la expiación y el perdón de nuestros pecados, y para nuestra redención. De lo contrario, si nuestro Señor no hiciera eso, no seríamos perdonados. Después de que Nuestro Señor se agota por completo, lenta, lentamente, vuelve su energía. Así fue en el Sepulcro. Recuperó Su energía y volvió vivo, nuestro Dios Verdadero, nuestro Dios Vivo.”
§2
2. Frutos podridos en la Iglesia
Valentina: “Hoy, durante la Santa Misa, antes de la distribución de la Sagrada Comunión, Nuestro Señor dijo:
«Permanece de rodillas todo el tiempo que puedes».
De repente, el Señor dijo:
«Valentina, hija Mía, mira a tu alrededor».
Hice lo que me dijo el Señor y miré a la gente que estaba en la Iglesia.

Jesús: «¿Qué ves?»
Valentina: «Gente».
Jesús: «Frutos podridos»
Valentina: «A mí me parecen que están bien».
Dije (eso) pensando que todos son humildes y todos aman a Dios – por eso vienen a la Iglesia.
Jesús: «¡Yo los llamo uvas podridas! No son dignos de venir a Mi Santa Mesa y recibirme sin arrepentirse.

Sabe cuánto sufro cada vez que vienen y se acercan a Mí en Mi Santa Mesa y Yo Me hago pequeño – Mi Cuerpo se encoge en la nada para venir a alimentarlos y darles vida, ¡pero Me reciben impenitentes e indignos! Eso les afecta, no durante su vida, sino después cuando mueran, tendrán muchas consecuencias porque Me recibieron indignamente.

Y no hay nadie que se lo diga. Siguen haciéndolo. Tienes que hablar, Valentina. ¡Habla! ¡No te quedes callada! Ellos deben saber. La gente debe arrepentirse de sus pecados. PECADO es la palabra clave de todo».

Después de la Santa Misa, me acerqué al sacerdote y le conté lo que Nuestro Señor acababa de decirme sobre la necesidad del arrepentimiento. Le sugerí amablemente que dijera algo durante sus homilías: que hablara despacio del arrepentimiento y de cómo nuestro Señor está profundamente ofendido.”
§3
3. No estoy en el Cenáculo durante la Misa corta
Valentina: “Hoy, durante la Santa Misa, Nuestro Señor Jesús me habló de la Santa Misa que se celebra diariamente de lunes a viernes en mi Iglesia. Esta Misa suele tener una duración mucho más corta que las Misas de fin de semana.
Jesús: «Yo no estoy en el Cenáculo durante la Misa corta, pero estoy presente en el Altar. Cuando el Sacerdote Me eleva, quisiera que Me sostuviera más tiempo para darme la oportunidad de bajar del Cielo».

Fuente: Valentina Sydney seer








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."