¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(Haces la señal de la cruz ante de leer y lees todo sin prisa…) – 14 de junio 2020
§1: El Sacrificio de la Cruz
§2: La muerte eterna y las almas que rechazan el perdón
§3: Judas, lo contrario de las lágrimas de Pedro
§4: Id a confesar vuestros pecados al sacerdote

§1
“Tengo necesidad de Mis hijos, tengo necesidad de cada uno de vosotros. Os amo y os acojo en Mí. He rescatado a Mis hijos a través del Sacrificio de la Cruz. Os he llevado a cada uno de vosotros en esta tortura y ni por un momento hubiera querido que fuera diferente.
Sí, hubiera querido que Adán y Eva permanecieran en Mi amistad, pero, desde el momento en que perdieron la amistad divina, no me arrepentí ni un instante de haber pagado por su salvación y la de la humanidad. Era una cuestión de Amor, era una cuestión de vida o de muerte eterna, y esto era tan insoportable que habría sufrido mil muertes si hubieran sido necesarias tantas para traerlos a Mí.
§2
La muerte eterna es la cosa más terrible que existe y es inconcebible que tantas criaturas se precipiten en ella sin la menor vacilación.

Les horroriza sumergirse en ella, pero en modo alguno desean pedir perdón por su rechazo de Dios. Prefieren el horror al arrepentimiento, el destierro eterno a la contrición.
El orgullo es su marca, su característica, e incluso en las profundidades de la abominación infernal se destrozan unos a otros porque piensan que no son, o han dejado de ser, lo que son.

Odian a sus semejantes, se burlan de ellos, los desprecian, los insultan, se miden entre sí, se acuchillan y se pelean horriblemente. Pasan así su tiempo en la más profunda desesperación, el más profundo aborrecimiento de los demás, la astucia, la hipocresía, la mentira, los celos, la crueldad, la execración.
Discuten, se destrozan, se devoran y se acusan mutuamente de los peores males. Se espían mutuamente, se acusan, se calumnian, se intimidan, y estas palabras son poca cosa comparada con lo que realmente son. Si una persona llegara a ser como ellos, sería condenada a muerte sin la menor vacilación.

Estos seres humanos, a los que no les queda nada de humano cuando se dirigen a este abismo, como Judas, podrían haberse salvado si, con el menor atisbo de humildad, se hubieran dirigido al Señor Jesucristo para pedirle perdón.
§3
Pero pedir perdón es humilde, persistir en la negación es una falta imperdonable hacia el Amor.
Tantos seres humanos se niegan, unos por tal o cual adicción, otros por tal o cual defecto de comportamiento. No quieren reconocer sus debilidades.
Algunas almas van al infierno por pecadillos cuando una palabra, un reconocimiento las habría salvado.
La culpa de estas almas que se convirtieron en infernales no fue su gran defecto, sino su negativa a admitirlo.
Su defecto de vanidad, por ejemplo, les lleva al camino de la perdición cuando les habría bastado con reconocerlo y admitir el arrepentimiento. Las almas que son así atrapadas por los demonios en el momento de sus muerte física se arrepienten amargamente, pero si volvieran a hacerlo en el momento de su decisión, seguirían negándolo.
Sus almas se han vuelto malvadas, y aunque sus faltas no sean de las peores, su malignidad se ha convertido en su estado; si reconocen sus errores, no los rechazan ni tratan de corregirlos.

Judas había reconocido su falta, había dicho:
“He pecado entregando sangre inocente” (Mt 27,4).
Pero, al entregarse a la muerte en la horca, persistió en su negativa a humillarse a los pies de Jesús.
Esta negativa fue lo contrario de las lágrimas de Pedro tras su triple negación. Lloró amargamente y confesó con una simple mirada (Lc 22, 61-62).
Así, diabólicamente, muchas almas orgullosas y rígidas no se confiesan y mueren en sus pecados. Los que sí se confiesan se salvan. La bondad de Jesucristo es tan grande que no puede rechazar el arrepentimiento de las faltas, mientras que el alma altiva y orgullosa se envolverá en su falsa grandeza y preferirá la desdicha eterna a la humildad.
§4

Mis queridísimos hijos, id a confesar vuestros pecados a Mis ministros, los sacerdotes que os esperan y que están tan contentos de perdonaros en Mi Nombre. Venid a acusar vuestras faltas, es tan fácil hacerlo puesto que Yo ya las conozco.
No Me enseñarais nada, Yo lo sé todo, conozco vuestras debilidades, vuestros errores, vuestras adicciones, vuestras dificultades para luchar contra vuestras debilidades. Os espero y os ayudaré a superarlo todo. Yo soy vuestro Salvador, no lo olvidéis.
Os quiero mucho y vuestras confesiones serán un alivio y una gran fiesta en el Cielo.
No os demoréis, llegarán los tiempos en que los sacerdotes no serán tan numerosos para absolveros, aprovechad su disponibilidad actual.
Os bendigo, hijos Míos.”
Fuente: srbeghe.blog








“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."