
21 de junio de 2025 – Mensaje del Cielo a Christine, Francia
§1. Yo soy el Buen Pastor y pocos, tan pocos, vienen a Mí.
§2. El mundo necesita silencio
§3. Orad, orad, no dejéis nunca de orar
§1
El Señor: “Yo soy el Buen Pastor y pocos, tan pocos, vienen a Mí.
El hombre, en su complacencia o en su ignorancia, camina por senderos fangosos, lejos de la Luz.
Yo vendré a buscar a los ignorantes para que saboreen la fragancia de Mi Corazón y por eso os escribo a vosotros, los pequeños, el pueblo de Mi Corazón. Vengo a alimentar vuestra ignorancia con el Fuego de Mi Palabra y a traeros alegría. Los complacientes, que Me sigan si lo desean, pero sabed esto, hijos, Yo Me arrodillo ante los pobres de corazón, Me abato ante los aislados y tomo al miserable en Mis brazos para traerle la Llama de Mi Corazón y encenderlo con Mi amor.
No he venido a buscar a los ricos sino a los pobres de corazón; no he venido a buscar el oro sino la miseria para llenarla del oro de Mi Corazón y hacerla brillar a los ojos de los suficientes. He venido a buscar al pobre, al aislado, al desamparado, al que no tiene voz, al que se abaja y pasa a un segundo plano.
He venido a guiar a los pobres, a elevar las almas, a enriquecer a los desdichados que, a la Palabra de Mi Corazón, se elevan al Cielo de Mi Padre. He venido y vuelvo para llevarme a los Míos que languidecen en el olvido del mundo, que sufren bajo la carga que se les impone.
Vengo a llevar conmigo al que es rico de corazón, pobre de espíritu, pero luminoso; vengo a caminar al lado de los solitarios, de los abandonados, de los desamparados, de los dejados atrás; vengo a tomar bajo Mi Manto al niño ciego y a inundarlo con Mi Luz. Vengo a hablar a los hambrientos, a llevar alegría a los desesperados, a distribuir agua viva a los sedientos.
Vengo a vosotros en estos tiempos, hijos, no como un Señor sino como un mendigo, y aquellos que son fieles de corazón y callan ante el mundo Me conocerán, porque han comprendido que el silencio es más fuerte que las palabras y que en el silencio han encontrado el Agua viva de Mi amor.
§2
Llegará el día en que hablarán, con gestos de amor y no con discursos que no son más que hambre y desesperación. El hombre necesita una sonrisa, una mirada, una señal de atención. Los discursos vuelan, la mirada traspasa y el gesto es una palabra.
En vuestro mundo sobre mediatizado, el mundo necesita silencio, silencio que es a la vez descanso y retorno interior.
Hijos, en la interioridad estoy, en el silencio estoy e invito a todos a caminar Conmigo, a tomar Mi Camino de vida, a abrirse a la verdadera Vida. La vida terrena, hijos, sólo tiene un tiempo, un tiempo en el que os invito a amaros los unos a los otros. La miseria del hombre es grande y su corazón es una herida. El tiempo del arrepentimiento abrirá vuestros corazones y vuestras mentes. A través del sufrimiento el hombre crece, pero en los caminos del mundo se marchita.
Hijos, Yo no vengo mañana, sino todos los días de vuestras vidas. Sois Míos en el abandono.
Cada momento os hablo, cada momento estoy con vosotros, cada momento vengo a traeros el Fuego de Mi amor y a regar vuestras almas con Mi fragancia de vida.
Hijos, estad en el mundo sin ser del mundo; sed las libélulas del Cielo, las mariposas que se alimentan de los corazones y de las almas en el silencio del mundo, al abrigo de los discursos, del humo sin fuego, de las estrellas sin vida.
§3
Orad, orad, orad, no dejéis nunca de orar, no abandonéis nunca el Rosario de Vida de Mi Madre.
Orad incesantemente con el corazón, y se derrumbarán los ejércitos de la tierra, los del poder, la envidia, los placeres, las trivialidades y tantos otros. Con el corazón y la fe, construís montañas, lleváis a los ríos los canales de Agua viva y a los arroyos, traéis el Ruiseñor a los corazones y las tórtolas a las almas. A través de la bondad, hijos de Mi amor, lleváis Mi Vida, Mi Amor, Mi Presencia al mundo.
Hijos, la sal no tiene sabor si no se alimenta de una fe viva. En la fuerza del silencio, se os da la sal, ¡y ved cómo fluye en los corazones de los hambrientos!
Hijos, Yo soy la Sal de la Vida, y esta Vida os la doy en abundancia, en profusión, para que la compartáis y para que sea en este mundo un cedro gigante que riegue los ríos y que, bajo su sombra, proteja a los pobres y a los desesperados, y los llene de los perfumes del Cielo, para sanar sus almas y sus corazones, y para que la fe viva los lleve hasta los confines del Cielo.
Hijos Míos, orad, la oración es un río de agua viva, la oración es el perfume del incienso, una estrella con mil reflejos, un manantial vivo y un río subterráneo.
Hijos, guardadme en vuestros corazones. Os traigo Mi paz, Mi fuerza y, de Mi Río de Agua Viva, alimento vuestras almas y abro vuestros corazones endurecidos, ilumino vuestras pupilas y traigo a vuestras mentes el Sol que Yo soy.
Vivid en paz, Conmigo está la paz. Yo soy la Paz, el Pan Vivo, el Pan de Vida, la Paz que bajó del Cielo para traer al mundo el Incienso de Mi Morada.”
Fuente: Messages du Ciel à Christine