
(O2422) Haces la señal de la cruz y lees todo sin prisa
§1: ¿Sabéis que el Amor de Dios por vosotros es infinito?
§2: ¿Me escucháis? ¿Me escucháis?
§3: CConfesaos, no tengáis vergüenza de confesaros
§4: Sólo Dios puede traer la paz
§1
«Mis queridos hijos, Mis amados:
¿Sabéis que el Amor de Dios por vosotros es infinito?
Este Amor, tan grande, tan extenso, tan profundo, es vuestro, y si amáis lo más mínimo a uno de vuestros seres queridos, sabed, sí, sabed que no es nada comparado con el Amor que Yo os tengo.
Me manifesté a algunas almas conocidas y canonizadas, como Santa Teresa de Ávila, Santa Margarita María Alacoque y tantas otras, y para cada uno de vosotros que Me leéis, Mi Amor es igual de grande, igual de profundo, igual de infinito.
Y vosotros, ¿cómo Me amáis?
¿Me amáis de tal manera que nunca olvidáis vuestras oraciones, que pensáis en Mí a menudo durante vuestros días, que Me ofrecéis vuestras dificultades, que os asociáis a Mi Pasión, a Mi Cruz en vuestras enfermedades, en vuestros sufrimientos?
§2
Mis queridos hijos, tengo tantas cosas que decir a vuestras almas:
¿Me escucháis?
¿Me escucháis?
En vuestras oraciones, ¿me concedéis unos momentos de silencio, de unión, de deseo de estar en Mi compañía?
La oración, como veis, es un momento de intimidad entre Dios y el hombre, entre el hombre y Dios, y si el hombre no ha tenido este momento de corazón a corazón Conmigo que le hablo, que le ánimo, que le estabilizo, que le amo, su oración no habrá llegado al final de su comunicación.
Sí, queridos Míos, la oración no es sólo una petición, es una comunicación con Dios y Dios se comunica con el alma que Le reza.
§3
¿Qué queréis de Mí?
Que os ame, eso es un hecho.
¿Que os perdone vuestras faltas y pecados?
El Sacramento de la Penitencia, ese hermoso Sacramento de Mi Amor, fue instituido para que pudierais despojaros de esos errores, de esas maldades, de esos egoísmos, de esos derrotismos que envenenan vuestra vida, la de vuestra humanidad corporal y la de vuestra alma.
Después de una confesión sincera y humilde, sois de nuevo capaces de recibirme [Cuerpo – Sangre – Alma – Divinidad] en vosotros y sois de nuevo a imagen de vuestro Dios, en estado de gracia.
Confesaos, hijos Míos, no tengáis vergüenza de confesaros, de acusar humildemente vuestras faltas, tanto las más leves como las más graves, porque Dios, vuestro Salvador, os ama y quiere que seáis santos para acogeros un día en Su Morada eterna.
El Cielo es un lugar especial, santo, divino, y el pecado -ningún pecado- no tiene cabida allí.
Es un error creer, como oímos a menudo hoy en día, que tal o cual persona, habiendo llegado al final de su vida terrena, entrará en el Cielo casi automáticamente. Nada más lejos de la realidad. Esta falsa opinión, muy extendida hoy en día, trivializa el pecado, que es una ofensa a Dios, y toda ofensa es una mancha que hay que lavar, purificar y reparar.
Cuando vosotros ofendéis profundamente a un amigo y le queréis de verdad, le pedís sinceramente que os perdone. Y si os quiere tanto, os perdonará.
Dios es así, os ama y os perdona cada vez que os acusáis, no juega con vosotros, os perdona sinceramente y espera que seáis sinceros de verdad.
Y así, de confesión en confesión, vosotros mejoraréis, os santificaréis, os elevaréis y, sobre todo, vuestro amor por Él crecerá porque ya no querréis tener la culpa.
§4
Ya ves que [el país de la Torre Eiffel], [el Viejo Continente] y el mundo occidental se desmoronan, sufren, se endeudan, y parece que las deudas son abismales.
Los servicios públicos tienen problemas, aumentan los robos, la droga y la inseguridad, y nadie puede hacer nada. Los pueblos, las ciudades y las administraciones son impotentes, la policía está desbordada y, para dejar una impresión duradera, se castigan con severidad hasta los delitos más pequeños. Se inventan nuevos métodos, aprovechando los avances de la tecnología electrónica e informática, pero el mal no se frena y nunca se frenará mientras el Nombre de Dios desaparezca de la esfera pública.
Sólo Dios puede traer la paz, y mientras no lo queren en los círculos políticos, mediáticos, científicos y de toma de decisiones, el diablo ocupará el lugar y los males crecerán.
Tengan la seguridad de que hasta que no se restablezca oficialmente la fe católica, el mal, todos los males, progresarán, la injusticia progresará y ninguna medida que se tome será satisfactoria. Sabed, convenceos, sabed que estáis en una pendiente descendente y que cuanto más bajéis por esa pendiente, más se inclinará hasta que estéis en caída libre. El mal también será arrastrado en esta caída y tragado por el abismo.

“No se engañen: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra. El que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción.”
¡Entonces llegará Mi Hora!
Rezad pues, rezad sinceramente, con confianza y serenidad porque Yo todo lo veo, todo lo oigo y no dejaré de ayudaros.
Que Dios sea bendecido, que Su Nombre sea honrado y respetado, y que los hombres, Sus criaturas, Le reconozcan como Rey.
Os bendigo en el Nombre (+) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Vuestro Señor y vuestro Dios».
Fuente: srbeghe.blog