
(Haces la señal de la cruz ante de leer y lees todo sin prisa…) – 10 de mayo de 2024
(DeepL Translator) «Mis muy queridos, Me necesitáis y Yo os necesito. Sed Míos como Yo soy vuestro. Cada vez que Me necesitáis, allí estoy. Pero vosotros, cuando os llamo, ¿estáis ahí?
Os llamo a menudo, pero demasiado a menudo os preocupáis más de vuestras preocupaciones, os olvidáis de invocarme en cada pequeña molestia, os olvidáis de invocarme en cada disputa que encontráis periódicamente.
Vuestro amor por Mí está a menudo ligado a vuestras necesidades, pero Mi Amor por vosotros sois Vosotros, no Yo. Os amo por vosotros y quiero que seáis mejores por vosotros. Si Me sois fieles, tenéis todas las de ganar. Si pensáis en Mí en vuestras oraciones, pero también en todo momento, vosotros sois los que ganáis, vosotros sois los que conquistáis el Cielo.
Yo soy vuestro Señor, vuestro Dios, pero también vuestro Amigo muy querido y todo lo que hagáis por Mí directamente o indirectamente os será devuelto en el Cielo centuplicado y para la Eternidad.
Esta Eternidad os parece lejana, el Cielo os es desconocido, os parece para otro tiempo y lo esperáis, aunque sin comprender realmente lo que puede ser la felicidad perfecta.
La felicidad perfecta es un estado desconocido en la tierra porque no existe aquí. La felicidad perfecta y creciente sólo existe en el Cielo, y si la alcanzáis, no querréis marcharos nunca. Todas vuestras buenas acciones en la tierra os conducen allí, todas vuestras bondades y todos vuestros sacrificios os conducen allí, y es posible que hagáis pequeñas penitencias todos los días de vuestra vida terrestre.
Cuando eleváis vuestros pensamientos hacia Mí durante vuestras diversas ocupaciones, estáis haciendo un acto de bondad hacia vuestro Dios y Dios no olvida ningún bien. Dios es el mayor economista que existe; Él no olvida ningún bien, ningún pensamiento positivo, ningún acto en Su favor, por pequeño que sea. Los hombres olvidan, pero Dios nunca olvida.
Sólo olvida el mal del que no quiere saber nada, y ésa es también la razón por la que olvida todas las almas condenadas. No retiene el mal que ha sido juzgado, lo olvida, y cuando un pecado es perdonado y satisfecho, también lo olvida para siempre. El mal no tiene lugar ante Dios, y en el Cielo está permanentemente ausente.
¿Qué es el bien y qué es el mal?
El bien es el acto en el que Dios se reconoce a sí mismo; el mal es lo que desaparece de la mente de Dios. No es lo contrario del bien, es la ausencia del bien. Pero lo que está ausente es inexistente, el mal es desconocido para Dios, el mal no merece nada, no es.
Dios es positivo, el bien es fértil y todo lo que Dios crea es portador de bien, se multiplica. La creación está diseñada por Dios para crecer, madurar, multiplicarse, llenarse de bien y alcanzar su plenitud.
Cuando el diablo entró en la creación por el pecado, ¿qué hizo y qué hace? Destruye, reduce a la nada, hace desaparecer, produce la nada, es decir, la ausencia de todo, la nada.
En el infierno, la nada es el gran tormento de las almas, la ausencia de Dios, de todo, es su desastre; no tienen nada, están privadas de todo. Dios es el gran Ausente y su sufrimiento es que no son nada, ni consideradas ni vivas, aunque existan, sufriendo porque carecen de todo, espantosas porque toda cualidad les es ajena, violentas porque la bondad les es desconocida, aisladas en sus tinieblas porque no les llega la luz.
El infierno es un lugar inimaginable, un estado desprovisto de todo consuelo, de toda creatividad, de toda imaginación, de toda esperanza, es un tormento permanente porque “nada” es el estado de estas almas que lo han perdido todo, ya no tienen cualidades, la ausencia de toda bondad las hace intrínsecamente malas.
“Señor, presérvanos de este estado” es la oración de los justos, “presérvanos del pecado que nos lleva a este estado, haznos bondadosos, caritativos, devotos y luminosos porque sólo Tú eres la fuente de todo bien, cada bien lleva a otro bien.”
Esta oposición entre el todo y la nada debería haceros reflexionar, hijitos, la elección entre estos dos extremos parece evidente, pero hay tantos que se alejan del bien para ir hacia la nada.
Yo os amo y quiero daros todo, la bondad no tiene fin sucediéndose a sí misma. Sed buenos y seréis como vuestro Salvador que nunca dejó de hacer el bien y que, al hacer este bien, atrajo hacia sí almas sencillas, almas sin artificio, almas humildes. Los otros, los que se complacían en sí mismos, Me hicieron crucificar; Me tenían celos, Me envidiaban y Me querían hacer desaparecer.
No he desaparecido, pues he resucitado, más fuerte que nunca, más poderoso que nunca; cuando subí al Cielo ante Mis inmóviles apóstoles, no dejé a nadie, permanecí cerca de todos por medio de Mi Espíritu, que se derramó brillante y fuerte sobre todos, aquel día de Pentecostés, y que sigue manteniendo viva a Mi santísima Iglesia hasta el fin del mundo.
Os exhorto, Mis muy queridos hijos, en estos tiempos de confusión, a permanecer firmes en la fe, la fe católica que confié a Mis Apóstoles y a Mi Santa Iglesia que, a pesar de la debilidad humana, permanece santa y resucitará de todas las pruebas que ha sufrido y volverá a sufrir.
Mi enseñanza no cambia, Mis Mandamientos dados a Moisés para todas las generaciones de la tierra no cambian, la Santa Iglesia fundada en Mis apóstoles por Mi Muerte redentora en la Cruz no puede cambiar, y si a veces se debilita, siempre se levanta de nuevo.
Hijos Míos, pensad en el Cielo, pensad en el horror del infierno y haced la justa y bendita elección de permanecer fieles a Mí, apartándoos de todo camino ajeno a Mi Ley. Sed santos porque la tierra necesita santos que muestren el camino de la verdad a otros menos experimentados, para que ellos también sean faros y guías hacia el Bien, la Belleza y la Luz.
Yo os bendigo, sed Míos, sed santos.
En el Nombre (+) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Así sea.
Vuestro Señor, vuestro Dios, vuestro más querido Amigo.»