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El motivo de los castigos. Jesús está cansado por las infamias de los Sacerdotes. ¿Por qué iglesias desiertas y sin ministros?

¡Oh! ¡Cuántas almas devastadas, cuántas desfiguradas, cuántas idólatras! Servirse de las cosas santas para ofenderme es Mi dolor más acerbo, es el pecado más abominable, es el sello de la ruina total que atrae las más grandes maldiciones y rompe cualquier comunicación entre el Cielo y la Tierra
photo ¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.

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Vol. 12 – Extractos de los escritos de Luisa Piccarreta sobre el futuro de la Iglesia y el mundo

§1. Castigos para la Nación del Coliseo
§2. El motivo de los castigos
§3. Las cosas empeorarán más
§4. ¿Por qué iglesias desiertas y sin ministros?
§5. Jesús siente náusea por la desunión de los Sacerdotes
§6. Jesús está cansado por las infamias de los Sacerdotes
§7. Lamentos de Jesús por los Sacerdotes
§8. Lamentos de Jesús sobre el mundo y los Sacerdotes

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Luisa Piccarreta

(Lectura: 5 min.)

§1

1. Castigos para la Nación del Coliseo

(N217) Luisa: “Continuando mi habitual estado, entre privaciones, penas y amarguras, especialmente por tantos males que se oyen, y por la entrada de los extranjeros en [la Nación del Coliseo], rogaba al buen Jesús que detuviera a los enemigos y le decía:

«¿Era ésta tal vez la inundación que Tú decías en días pasados?»

Rovina e invasione

Jesús: «Hija Mía, esta era la inundación que te decía, y la invasión continuará avanzando, los extranjeros continuarán invadiendo [la Nación del Coliseo], mucho se lo han merecido.

Yo había escogido a [la Nación del Coliseo] como una segunda Jerusalén; ella por correspondencia ha desconocido mis leyes, me ha negado los derechos que me correspondían.

¡Ah! puedo decir que [la Nación del Coliseo] no se comporta más como hombre, sino como bestia y ni siquiera bajo el pesado flagelo de la guerra me ha reconocido y quiere seguir adelante como mi enemigo. Justamente se ha merecido la derrota (la de la Segunda Locura Mundial) y la continuaré humillando hasta el polvo».

Luisa: «Jesús… (y yo interrumpiéndolo), ¿qué dices? ¡Pobre patria mía, cómo serás lacerada! ¡Jesús, piedad, detén la corriente de los extranjeros!»

Jesús: «Hija Mía, con sumo dolor debo permitir que los extranjeros avancen».

Tú (Luisa) porque no amas a las almas tanto como Yo quisieras la victoria, pero si [la Nación del Coliseo] vence será la ruina para las almas, su soberbia llegaría a tanto que arruinaría el poco avance de bien que hay en la nación, y se pondría como ejemplo ante los pueblos como nación que sabe hacer las cosas sin Dios.

¡Ah, hija Mía! Los flagelos continuarán, los países serán devastados, los despojaré de todo, el pobre y el rico serán una misma cosa.

No han querido conocer Mis leyes; de la Tierra se han hecho un dios para cada uno, y Yo con despojarlos les haré conocer qué cosa es la Tierra.

Con el fuego purificaré la Tierra, porque es tanta la peste que exhala, que no puedo tolerarla; muchos quedarán sepultados en el fuego, y así volveré juiciosa la Tierra.

Es necesario, lo requiere la salvación de las almas; te había dicho desde hace ya mucho tiempo de estos flagelos, y ahora el tiempo ha llegado, pero no del todo aún, otros males vendrán. Enmendaré la Tierra, enmendaré la Tierra».

Luisa: «Jesús mío, aplácate, basta por ahora».

Jesús: «¡Ah, no! Tú reza y Yo haré menos cruel al enemigo».

§2

2. El motivo de los castigos

(N2017) Luisa: “… Jesús viene y huye como un relámpago, y no me da tiempo ni siquiera de rogarle por los tantos males que la pobre humanidad sufre, especialmente mi amada patria. ¡Qué golpe para mi corazón la entrada de los extranjeros en ella!

Jesús: «Seré inexorable».

Luisa: «Jesús, ¿no quieres tener compasión? ¿No ves cómo las ciudades son destruidas, cómo la gente queda desnuda y hambrienta? ¡Ah Jesús, cómo te has hecho duro!»

Jesús: «Hija mía, a Mí no me interesan las ciudades, las grandezas de la tierra, sino me importan las almas.

Las ciudades, las iglesias y lo demás, después de destruidas se podrán rehacer; en el diluvio, ¿no destruí Yo todo? Y después, ¿no se rehizo de nuevo?

Pero las almas, si se pierden es para siempre, no hay quien me las dé nuevamente.

¡Ah, Yo lloro por las almas! Por la Tierra han desconocido el Cielo, Yo destruiré la tierra, haré desaparecer las cosas más bellas que como cadenas atan al hombre».

Luisa: «Jesús, ¿qué dices?»

Jesús: «Ánimo, no te abatas, seguiré adelante; tú ven en mi Querer, vive en Él, a fin de que la tierra no sea más tu habitación, sino que tu habitación sea Yo mismo, así estarás del todo al seguro».

§3

3. Las cosas empeorarán más

(G2718) Jesús: «Hija Mía, después de tanto tiempo que tratas Conmigo no has aprendido a conocer mis modos y la causa de Mi ausencia, muchas veces te lo he dicho, qué fácil eres para olvidar lo que te digo. Las cosas empeorarán más, ésta es la razón».

(Luisa) “Después, encontrándome fuera de mí misma, veía y escuchaba que dos o tres naciones se debían volver impotentes para defenderse. ¡Cuántas miserias, cuántas ruinas, porque otras naciones las oprimían tanto, hasta ponerles las manos encima, de modo que quedarán impotentes!”

§4

4. ¿Por qué iglesias desiertas y sin ministros?

(F1218) Luisa: “Continuando mi habitual estado, el siempre amable Jesús se hacía ver muy afligido…”

Jesús: «¡Ah! hija Mía, cuando permita que las iglesias queden desiertas, los ministros dispersos, las misas disminuidas, significará que los sacrificios me son ofensas, las oraciones insultos, las adoraciones irreverencias, las confesiones pasatiempos y sin fruto.

Por lo tanto, no encontrando más Mi Gloria, sino ofensas, ni el bien de ellos, no sirviéndome más los quito.

Gesù ai Suoi sacerdoti

Pero este arrancar los ministros de mi Santuario significa que las cosas han llegado al punto más malo, y que la diversidad de los castigos se multiplicará. ¡Cómo es duro el hombre, cómo es duro!»

§5

5. Jesús siente náusea por la desunión de los Sacerdotes

(M1918) Luisa: “Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús ha venido todo afligido…

Jesús: «Hija Mía, ¡qué náusea siento por la desunión de los sacerdotes! ¡me es intolerable!

Su vida desordenada es la causa por la que mi justicia permitirá que mis enemigos les pongan las manos encima para maltratarlos.

invasione

Ya los malos están por echarse contra ellos, e [la Nación del Coliseo] está por cometer el más grande pecado, el perseguir a Mi Iglesia y mancharse las manos de sangre inocente».

Y mientras esto decía, me hacía ver a nuestras naciones aliadas devastadas, y muchos lugares desaparecidos y su soberbia abatida.”

§6

6. Jesús está cansado por las infamias de los Sacerdotes

Jesús: «De alguna manera estoy cansado por las infamias de los sacerdotes, no puedo más, quisiera acabarlos.

¡Oh! ¡Cuántas almas devastadas, cuántas desfiguradas, cuántas idólatras! Servirse de las cosas santas para ofenderme es Mi dolor más acerbo, es el pecado más abominable, es el sello de la ruina total que atrae las más grandes maldiciones y rompe cualquier comunicación entre el Cielo y la Tierra.

Gesù ai Suoi sacerdoti

A estos seres quisiera extirparlos de la tierra; por eso los castigos continuarán y se multiplicarán, la muerte devastará las ciudades, muchas casas y caminos desaparecerán, no habrá quien las habite, el luto, la desolación reinarán por todas partes».

§7

7. Lamentos de Jesús por los Sacerdotes

(S418) Jesús: «Hija Mía, las criaturas quieren desafiar mi justicia, no quieren rendirse y por eso mi justicia hace su curso contra las criaturas, y éstas de todas las clases, no faltando ni siquiera aquellos que se dicen mis ministros, y tal vez éstos más que los demás.

Que veneno contienen, envenenan a quien se les acerca, en lugar de ponerme a Mí en las almas quieren ponerse ellos, quieren hacerse rodear, hacerse conocer, y Yo quedo a un lado.

Su contacto venenoso en lugar de hacer a las almas recogidas, me las distraen; en vez de hacerlas retiradas, las hacen más disipadas, más defectuosas, tanto, que se ven almas que no tienen contacto con ellos más buenas, más recogidas, más retiradas.

Así que no puedo fiarme de ninguno; estoy obligado a permitir que las gentes se alejen de las iglesias, de los Sacramentos, a fin de que su contacto no me las envenene más y las vuelva más malas.

Mi dolor es grande, las heridas de mi corazón son profundas, por eso ruega, y unida con los pocos buenos que hay, compadece mi acerbo dolor».

§8

8. Lamentos de Jesús sobre el mundo y los Sacerdotes

(G819) Jesús: «Hija Mía, escóndeme, ¿no ves cómo Me persiguen?

¡Ay de Mí! Me quieren echar fuera, o bien darme el último lugar.

Hazme desahogar, desde hace muchos días no te he dicho nada de la suerte del mundo ni de los castigos que me arrancan con su maldad, y toda la pena está concentrada en Mi Corazón.

Quiero decírtela para que tomes parte en ella y así dividiremos juntos la suerte de las criaturas, para poder rezar, sufrir y llorar juntos por el bien de ellas.

¡Ah, hija Mía, habrá contiendas entre ellas, la muerte cosechará muchas vidas, aun de sacerdotes!

¡Oh! ¡cuántas mascaras vestidas de sacerdotes!

Las quiero quitar antes de que surja la persecución a mi Iglesia y las revoluciones, tal vez se conviertan en el momento de la muerte; de otra manera, si las dejo, estas mascaras en la persecución se las quitarán, se unirán a los sectarios y serán los más fieros enemigos de la Iglesia, y su salvación resultará aún más difícil».

Luisa: «¡Ah mi Jesús! ¡Que pena oírte hablar de estos benditos castigos! ¿Pero los pueblos cómo harán sin sacerdotes? Ya son demasiado pocos y quieres quitar otros. ¿Quién administrará los Sacramentos? ¿Quién enseñará Tus leyes?”

Jesús: «Hija Mía, no te aflijas demasiado, lo escaso del número es nada, Yo daré a uno la gracia, la fuerza que doy a diez, a veinte, y uno valdrá por diez o por veinte, Yo a todo puedo suplir. Y además, los muchos sacerdotes no buenos son el veneno de los pueblos, en lugar de bien hacen mal, y Yo no hago otra cosa que quitar los elementos primarios que envenenan a las gentes».

 

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