
(A205) Extractos de Mensajes del Cielo a Christine, Francia
§1. Es tiempo de entrar en silencio y guardar silencio
§2. No caigáis en las trampas del mundo y permaneced vigilantes en la oración
§1
El Señor: «Es tiempo de entrar en silencio y guardar silencio, pero los hombres no ven lo que viene y la Bestia entrará en vuestras moradas, si no tenéis cuidado, porque estáis jugando con fuego, el fuego del mundo, en lugar de tomar el camino del Fuego Divino que soy Yo, que os trae el verdadero Alimento (la Eucaristía), la verdadera Vida (mantenerse en Gracia).
[…] Yo os digo ahora, hijos Míos, que es el momento de esconderos del mundo, de distanciaros de él, para no caer en la tentación ni ser atrapados por él y para no ir a la deriva
¡Hay tantos caminos hacia la perdición! Cuidado, hijos, con estos tiempos que se avecinan y que ya están aquí, porque el hombre está en juego y el hombre no lo ve. Muchos de vosotros camináis a ciegas, mientras que Yo os pido que veléis y oréis en silencio y que os alejéis del mundo.
[…] No os disipéis, ni os disperséis en mil cosas que hacer. Buscad el silencio, no sólo en el exterior, sino también en el interior, porque el demonio es astuto y sutil; conoce vuestras debilidades.
No os dejéis distraer, sino que, en silencio, venid a buscar Mi compañía, venid a entregarme vuestras vidas y Yo os traeré el incienso que guiará vuestros pasos hacia la Luz, para que no os extraviéis ni perdáis el camino. Los trucos y las trampas son cada vez más sutiles, siempre lo han sido pero ahora lo son aún más.
§2
El Maligno es más inteligente que vosotros, él, el ángel más bello, caído, ¡que quiso ser Mi igual y estar por encima de Mí! Y vosotros, hijos Míos, no sois ángeles sino hombres ¡y os dejáis atrapar tan fácilmente!
No olvidéis, hijos, que el Diablo es más astuto que vosotros, y sabe que ha llegado la hora de la batalla, la gran batalla, la hora del fin; por eso hace todo lo que está en su mano para adormeceros sin que os deis cuenta. ¡Cuántas trampas en vuestros caminos, cuántos cebos, cuántas piedras, cuántos barrancos! Si no entráis en el silencio, perderéis el camino.
No caigáis en las trampas del mundo y permaneced vigilantes en la oración.
Aceptad la aridez [1] como camino de conversión, porque la aridez conduce al buen camino. La aridez fortalece al hombre, aunque parezca aniquilarlo. Mirad profundamente, más allá del velo de las apariencias. Permaneced en silencio junto a Mi Corazón y venid a escuchar Mi Palabra para cada uno de vosotros, Me oiréis que os guío, comprenderéis las trampas de vuestros caminos. Sólo en el silencio encuentra el hombre el camino.
El silencio del Carmelo lleva el camino al Cielo [2] y resuena en él la voz del Santo Maestro. La oración no es repetición sino un discurso de amor que eleva el alma a Mi Cielo de Gloria. En la aridez, hijos, se os dará fuerza. El camino está sembrado de escollos [3] para vigorizar y fortalecer el alma.
El camino del mundo es perdición. ¿Qué puede traeros sino el olvido de la verdadera Vida en Mí, vuestro Salvador?
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- La aridez de la que habla el Señor es el esfuerzo de la persona a renunciar al mundo y a sus engaños, para dar paso a una vida espiritual de oración, austeridad y desapego. La persona parece arrastrarse como «desganada» en esta nueva vida hacia la Verdad y la salvación. El alma experimenta cierto sufrimiento por la «soledad» en la que debe vivir temporalmente durante la transición «al hombre nuevo»: hijo/a de Dios y heredero/a de Su Reino eterno. La persona está en un proceso de sanación espiritual y siente como una necesidad vital aislarse del mundo, de las amistades malsanas, de la vida de vicios y pecados, para abrazar la «soledad» que es el instrumento del Señor para proteger a Sus hijos de las asechanzas del diablo, del pecado y de los hombres demonios. En otras palabras, la «aridez» (falta de entusiasmo o muy poca voluntad, por ejemplo, hacia la oración…, como una sensación de «soledad» interior), debida a ese sentimiento de conciencia de los peligros de la proximidad al mal; ese sentimiento de «desgana espiritual» en la oración, en el cumplimiento de los propios deberes cristianos, en la fidelidad a los Mandamientos del Señor, («la aridez») es nuestra mejor amiga para guiarnos y dirigirnos en nuestro camino de salvación. Por tanto, no hay que huir de la «aridez» ni considerarla como una calamidad, mendigando consuelos humanos, sino, al contrario, abrazarla y aceptarla, ayudándose con una oración más intensa (el Rosario diario es lo más eficaz), para que el Señor alivie la carga: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas».
- El Silencio del Carmelo (Carmelo en hebreo significa “jardín de Dios’), prenda de victoria: «Tú que conoces al que está pecando en este momento, golpéame por él, y tan fuerte que se arrepienta» (una monja carmelita). En estos días de alboroto y desolación, nuestras almas no pueden menos de estar enturbiadas y sofocadas por la lividez mediática y los brotes de odio indirecto hacia la Iglesia y la fe católica, […] perdidos como estamos en el fragor del mundo secular y la naturaleza trágica de los acontecimientos. El Carmel y sus hijos, sostenidos por el amor de María Santísima, continúan su silenciosa batalla espiritual. Su existencia es para nosotros prenda y garantía de victoria en esta época infame, pues Dios nunca rechazará las oraciones de quienes han comprendido profundamente que entre Sus mayores consuelos está el de ver a Su Santa Madre amada, honrada y servida como lo hizo Su Hijo en esta tierra. Se define como carmelitas a los miembros de la orden religiosa católica mendicante conocida como la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, la cual fue fundada hacia finales del siglo XII, durante el periodo de las cruzadas, por un grupo de ermitaños que, inspirados en la vida del profeta Elías, se retiraron a vivir en el Monte Carmelo, ubicado en una cordillera en Israel sobre el mar Mediterráneo.
- Puesto que el mal está presente en el mundo (a causa del pecado original), oprimiendo y destruyendo a quienes no lo resisten, se conforman con él o le sirven, se convierte en un instrumento de la Sabiduría del Señor para las almas de buena voluntad, porque las mantiene constantemente vigilantes y a distancia. La lucha contra el mal, con la ayuda de la Gracia: los Sacramentos, la oración, la obediencia a los Mandamientos, obtiene los méritos y la salvación eterna a las almas de buena voluntad.
Fuente: Messages du Ciel à Christine