¡Conviértanse, es urgente! “Yo no me canso mientras yo tenga vida, mientras Cristo me tenga con vida, voy a gritar, a gritar siempre: ¡Hermanos conviértanse! ¡Hermanos por favor conviértanse, es urgente! ¡No pierdan tiempo, es urgente! ¿Por qué? Porque muchos esperan grandes acontecimientos poco a poco. ¡No! ¡Los grandes acontecimientos se van a dar en pocos días! ¡Todos! Y vendrá el Aviso! [...] Confiemos en la palabra de Cristo, y pedimos el discernimiento al Espíritu Santo para no tomar decisiones equivocadas" –Luz de María.****
(CEV) “Los Quadernos 1945-1950”, p. 50
Jesus dice: (Ezequiel 37, 1-14.) “A igual que el Señor le preguntó a Ezequiel, Yo te pregunto: “¿Crees que estos huesos revivirán?“. Yo, como Ezequiel, te respondo: «Tú lo sabes, Señor Dios», dado que entiendo el significado de la palabra “huesos”, que en este caso está usada en lugar de “hombres”.
Es decir, entiendo que Jesús no me pregunta si resucitarán los muertos en el último Día.
Eso pertenece a la fe, y sobre eso no hay ninguna duda. Pero Él llama “huesos” a la pobre humanidad actual, que es sólo materia sin espíritu. Llego a entender esto porque, como ya le he explicado muchas veces, cuando Dios se apodera de mí para convertirme en su portavoz, mi inteligencia se dilata y se eleva a una potencia que es muy superior a la que le es consentida a los seres humanos. Y por eso, “veo”, “oigo’, “comprendo”, según el espíritu.
Jesús sonríe porque ve que he comprendido su pregunta y explica: «Así es. Ahora la humanidad es sólo huesos, restos calcinados, densos, muertos, hundidos en los fétidos surcos de los vicios y las herejías.
Ya no existe el espíritu, el espíritu que es vida en la carne y en la eternidad, el espíritu que es lo que diferencia al hombre del animal.
El hombre se ha matado a sí mismo al matar la parte mejor de sí. ¿Es una máquina? ¿Es un bruto? ¿Es un cadáver? Sí, es todo esto.
Es una máquina porque cumple su jornada mecánicamente, como un dispositivo que se mueve porque debe hacerlo, visto que sus partes han sido puestas en movimiento.
Pero lo hace sin comprender la belleza de lo que hace.
Del mismo modo, el hombre se levanta, se acuesta, tras haber comido, trabajado, paseado, hablado, sin comprender nunca la belleza, o la fealdad, de lo que hace.
Y no lo comprende, simplemente porque, al estar privado del espíritu, ya no distingue lo bello de lo feo, el bien del mal.
Es un bruto porque está satisfecho con dormir, comer, acumular grasa en su cuerpo y provisiones en su cueva, ni más ni menos que como hace el animal, cuyo único fin en la vida y cuya única alegría en la existencia son estas operaciones y que, por esta ley baja y brutal que establece la necesidad de saquear para quedar saciado, lo justifica todo: los egoísmos y los actos feroces.
Es un cadáver porque lo que permite decir que un hombre está vivo es la presencia del espíritu en su carne.
El hombre se convierte en un cadáver cuando exhala su alma.
En verdad, el hombre actual es un cadáver que está en pie y se mueve por un sortilegio de la mecánica o del demonio.
Pero no es más que un cadáver. Pues bien, Yo digo: “¡Oh, áridos huesos!, infundiré en vosotros el espíritu y reviviréis.
Haré que en vosotros vuelva a haber nervios y crezca la carne y otra vez os cubriré de piel y os daré el espíritu y reviviréis y sabréis que Yo soy el Señor”.
Sí, lo haré. Vendrá el tiempo en que volveré a tener un pueblo de seres “vivos” y no de cadáveres.
Mientras tanto, a los mejores, a los que no están muertos mas sólo están reducidos a esqueletos por la falta del alimento espiritual, les doy el sustento de mi palabra. No quiero que muráis de consunción.
Ésta es la suculenta ambrosía que, dulcemente, os da vigor. ¡Oh, nutríos con ella, hijos de mi amor y de mi sacrificio!
¿Por qué debo ver que muchos tienen hambre y que, habiendo preparado el Salvador abundante alimento para ellos, no ha sido alcanzado por los que tienen hambre?
Nutríos, poneos de pie, salid de los sepulcros. Sacudíos la inercia, apartaos de los vicios del siglo, venid al conocimiento, venid a “reconocer” al Señor vuestro Dios.
Os lo he dicho al comienzo de esta obra y a mediados de esta trágica guerra’ y os lo repito: “Ésta es una de las guerras preparatorias de la época del Anticristo”.
Luego vendrá la era del espíritu vivo. ¡Bienaventurados los que se preparen a recibirla! No digáis: “Nosotros no estaremos allí”.
No estaréis todos vosotros. Mas pensar solamente en sí mismos significa estupidez y anticaridad.
De padres ateos nacen hijos ateos. De padres inertes nacen hijos inertes.
¡Y todos ellos, vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos, tendrán una enorme necesidad de fuerza espiritual en esa hora! En el fondo, es una ley del amor humano proveer al bien de los hijos y de los nietos.
No os mostréis en lo que atañe al espíritu inferiores a lo que atañe a las cosas terrenas y, del mismo modo en que dais a vuestros hijos riquezas o consideráis cómo poder dárselas para que vivan días más felices que los que vosotros habéis vivido, dedicaos a prepararles una herencia de fuerza espiritual que ellos puedan modelar y multiplicar, para tener una gran cantidad de ella cuando los embates de las últimas batallas del mundo y de Lucifer flagelen de modo tan feroz la Humanidad que los hombres se preguntarán si no sería mejor el Infierno.
¡Oh, el Infierno!: la Humanidad deberá vivirlo.
Luego, para los que permanecieron fieles al espíritu, vendrá el Paraíso, vendrá la Tierra que no es tierra: el Reino de los Cielos».
Maria Valtorta: Los cuadernos. 1943; 1944; 1945



Los Cuadernos recogen escritos sobre temas ascéticos, bíblicos, doctrinales, de crónica autobiográfica, además de descripciones de escenas evangélicas y de martirios de primeros cristianos. Contenido tomado de la obra de María Valtorta con el permiso del “Centro Editoriale Valtortiano Srl”. – Viale Piscicelli, 89/91 – 03036 Isola del Liri, (FR – Italia), que tiene todos los derechos sobre las obras de Maria Valtorta









“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”



"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Santísima Madre de Dios, María, Protectora de la Fe, resguarda mi fe en el refugio de Tu Inmaculado Corazón. En él, protege mi fe de cualquier merodeador. Muéstrame las amenazas a mi fe y ayúdame a vencerlas. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)"
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)."
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."