(A225) Haz la Señal de la Cruz y lee todo sin prisa
§1: ¿Cómo puedo amaros más de lo que me dispongo a hacer?
§2: Hijos Míos, volveos a Mí, imitadme
§3: Estáis a punto de entrar en la quincena de Mi Pasión
§1
“Mis tan queridos Hijos:
¿Cómo puedo amaros más de lo que me dispongo a hacer?
He rezado mucho, he adorado y me he arrepentido por todos vosotros, por todos vosotros, pero eso no ha sido suficiente. El amor que no se entrega por completo no es amor absoluto, y Dios es absoluto, total, trasciende todas las fronteras.
Para redimiros a vosotros, Su creación, Su regalo más preciado, tuve que pagar un alto precio, porque Dios no se contenta con poco. Él os lo había dado todo, el diablo se lo había llevado todo, yo tenía que devolvérselo todo a Él. Como simple hombre, nadie habría podido pagarle un precio tan alto, por eso vine:
«No exigiste ni holocausto ni víctima [todos eran inferiores a Ti], por eso dije: “He aquí que vengo”» (Sal 39,7-8).
Sí, Hijo de Dios y Dios mismo, quise redimir el precio de Mi Creación. Había sido creada de la nada, pero una vez creada, tenía el precio de su Creador.
El demonio la había dañada, usurpada, robada, degradada, envilecida, pero Yo era su Creador y Dios, infinitamente bueno, infinitamente poderoso, infinitamente misericordioso, no podía dejar de acudir al rescate de Sus criaturas tan amadas y tan cuidadas. Entonces dije:
“¡He aquí que vengo!”
§2
El don que hice de Mí mismo sólo podía ser total, hasta Mi Divinidad misma. Lo entregué en las manos de Dios, Mi Padre, y Dios, Mi Espíritu Santo, se alejó de Mí, Me abandonó desde la Cruz en la que estaba colgado y grité, angustiado pero consiente:
«¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!».
Mi desnudez era total, Mi Cuerpo divino estaba desnudo, Mi Alma Divina estaba desnuda, habiendo perdido toda gracia al estar cubierta como estaba de todos los pecados de todos los hombres, y Mi Espíritu Divino Me había abandonado como todo Ángel de la Guarda abandona al alma condenada y juzgada. Estaba desnudo, Mi cuerpo golpeado, torturado e irreconocible, pero seguía siendo el Hombre-Dios ofrecido y entregado para pagar el rescate por el robo a Dios de Su posesión más preciada.
Los espíritus condenados no podían ser redimidos porque su pecado era contra el Espíritu Santo, ese pecado que se opone a Dios directamente, permanente y eternamente. Pero los hombres pecadores, aunque sus pecados fueran muy graves o incluso imperdonables, habían sido engañados, habían sido tentados, deberían haber resistido, habían recibido la gracia de resistir pero habían cedido a la tentación. Habían sido llevados por el diablo a pecar, pero se habían arrepentido. Sufrieron las consecuencias, las están sufriendo y las sufrirán siempre, pero su arrepentimiento les valió la Misericordia de Dios y «Aquí estoy, oh Dios, para hacer Tu voluntad» (Sal 40,9), para recuperar Tu Creación de las manos de quien te la robó, ¡soy Tuyo, soy Tu Hijo, estoy aquí!
Sí, estoy ahí, siempre ahí, cerca de Dios, siendo Yo mismo Dios, y cerca de vosotros para animaros, consolaros, ayudaros, llevaros. Estoy aquí, siempre, hoy y mañana, no os dejo, no os dejo nunca.
Hijos Míos, volveos a Mí, imitadme, Mi Santísima Madre María os ayudará, está cerca de vosotros como estuvo tan cerca de Mí.
Ella os ama como Madre vuestra y en el Cielo está cerca de cada uno de vosotros, más cerca de lo que nunca pudo estar en la tierra.
§3
Hijitos, estáis a punto de entrar en la quincena de Mi Pasión y tengo una oración para vosotros:
Permaneced Conmigo durante estos días que son el punto culminante de Mi vida terrena. Me dispongo a daros todo, vuestra libertad de hijos de Dios recobrada, vuestro perdón y vuestra rehabilitación.
Ya no seréis réprobos, estáis perdonados, vuestros pecados están olvidados mientras os arrepintáis de ellos y los confeséis, y en el Cielo sois Mis hermanos amados, queridos e iguales.
Sois Mis hermanos adoptivos y de pleno derecho [1] porque Yo os he restablecido como tales y nuestra alegría común es inalterable. Las alegrías del Cielo son vuestras, ninguna otra alegría puede igualarlas. Son totales, intensamente envidiables y las poseeréis eternamente.
Y tú que Me lees en este preciso momento, sí, te amo personalmente…
Me he ofrecido y sacrificado por ti, sólo por ti, y Mi Amor por ti es inmenso, es el de un Dios.
Que el que lo desee acepte, en esta quincena de Mi Pasión, entregarse a Mí totalmente, sí, tanto como pueda, y Yo le prometo el Cielo al final de sus días.
¡Sí, dadme estos quince días a cambio de la promesa del Cielo!
Así como Yo no escatimé, así como Yo ofrecí todo, acepté todo y amé todo durante esta Pasión, haced lo mismo y Yo os prometo el Cielo. Después de estas dos semanas de ofrecerlo todo a Dios con sinceridad y amor, seréis diferentes, ya santos, y no querréis caminar más por la senda de la casualidad. Entonces, en la alegría de la Pascua, imitad a Mis Apóstoles y a Mis discípulos, que emprendieron su misión, que asumieron sus responsabilidades y, fortalecidos por el Espíritu Santo, ya no vacilaron, fueron otros Cristos y su fidelidad nunca Me falló.
Os llamo a seguirme, sed Mis discípulos de este siglo y os acogeré en Mi Cielo al final de vuestros días.
La Tierra está tan necesitada de santidad, tan absorbida por el materialismo, por Mamón, que es hora de transformarla, de devolverle su fisonomía y realidad cristiana, católica, y a través de esta quincena de Pasión, os llamo a seguirme, a ser nuevos discípulos fieles y a preparar Mi Reino que aún está por venir, como se pide desde hace más de veinte siglos en la oración del Padre Nuestro: «Venga tu Reino…».
Os espero, os vigilo, os amo y os apoyo.
Vuestro Señor y vuestro Dios.”
- Con el Sacramento católico del Bautismo nos convertimos en hijos de Dios y hermanos de Jesús, por adopción. Sin el Bautismo seguimos siendo criaturas como las plantas, los animales, todo lo que Dios crea, puesto que Él es el Creador. ¿Por qué aplazar o renunciar a este don infinito? La ignorancia del don de la fe católica permite al demonio hacer grandes despojos de almas. ¿Estás perplejo? Te preguntarás: ¿Entonces todos los demás bautismos son inválidos? Sólo el Bautismo Ortodoxo es válido, porque no han perdido la Sucesión Apostólica del Sacramento del Orden. Su error es no reconocer la autoridad del Papa de Roma, centro de la Cristiandad. ¿El bautismo de los protestantes y otras «denominaciones» y «religiones»? Nula. Siguen siendo «criaturas», de las cuales, las que no acaben en el infierno, deberán esperar al Juicio Final para entrar en el Paraíso.
Fuente srbeghe.blog