(S2024) Haces la señal de la cruz y lees todo sin prisa
§1: ¿Sabéis quién es Dios?
§2: Hijos Míos, no vayan al infierno…
§3: Es tan sencillo ser bueno…
§4: Pero, ¿qué es la ciencia?
§5: Cuando leéis estas líneas…
§1
«Queridísimos, Mis amados,
¿Sabéis quién es Dios?
En realidad, no lo sabéis.
Creéis que Me conocéis porque Me habéis visto, pero ninguno de vosotros, ni siquiera Mis apóstoles y discípulos, pudieron conocerme realmente. Ellos Me vieron, Me hablaron, Me escucharon, Me siguieron, pero a Mí, Su verdadero Dios, no pudieron vislumbrarme en Mi realidad.
Así se lo revelé a Mis apóstoles y especialmente a Felipe, que Me pidió:
“Muéstranos al Padre.”
Y Yo le respondí:
“El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Jn 14,8-9).
Lo mismo sucede con el Espíritu Santo: quien Me ve a Mí, ve al Espíritu Santo; y, sin embargo, Nosotros somos Tres Personas Divinas distintas, el Verbo no es el Padre y el Padre no es el Espíritu Santo; pero como Jesucristo es Dios, Dios está en Tres Personas Divinas, en Él.
En el Cielo, comprenderéis esto perfectamente, pero en la tierra, sabed que Yo, Jesucristo, soy Dios; siendo Dios en Tres Personas, quien ve al Señor Jesucristo ve al Padre y al Espíritu Santo de la misma manera.
§2
Yo soy Todopoderoso, Yo soy Misericordiosísimo, Yo soy el Juez Justo, Yo veo todas las cosas, Yo conozco todas las cosas, Yo creo todas las cosas: Yo Soy.
En vuestras oraciones, pensad en Mí en todos Mis atributos, en todas Mis virtudes, en toda Mi Mansedumbre porque cada virtud es total y nunca se opone a otra virtud. El juicio nunca se opone a la severidad, ni a la equidad, ni a la mansedumbre, ni a la comprensión. La mansedumbre nunca se opone al rigor, al realismo, a la firmeza o a la justicia. Y así para todas las virtudes, nunca están en oposición unas con otras.
En el infierno, en cambio, todo choca.
Los defectos chocan, están en guerra entre sí: la iniquidad, la mentira, la crueldad, la exacerbación de todo lo malo somete a la criatura a la atrocidad de su vida cotidiana, a la desesperación más profunda que no se suaviza con ningún respiro.
Hijos Míos, no vayan al infierno, aléjense de este futuro atroz, inimaginable aún en las peores crueldades terrenas.
§3
Os atraigo hacia Mí, que soy el Sol de toda bendición, de toda esperanza, de todo Amor. Practiquen hacer el bien, y sólo podrán hacerlo rezándome todos los días, imitándome todos los días, ofreciéndome sacrificios, pequeños y grandes, todos los días.
Es tan sencillo ser bueno, tener un corazón tierno, amar y estar al servicio. Es tan sencillo querer el bien para los demás, compartir un poco de lo que todos tenemos en común, de lo que todos necesitamos.
En la tierra, no tenía nada y a menudo vivía de la generosidad de los Míos. Incluso los fariseos, sin amarme, Me invitaban a compartir su comida, porque era su manera de verme, de interrogarme, de tenerme un rato en su compañía. No eran del todo malos, pero eran difíciles de convencer porque estaban arraigados en sus prejuicios, en su manera de ser.
Y vosotros, Mis queridos hijos, ¿no estáis demasiado seguros de vosotros mismos, de vuestros pensamientos, de vuestros juicios, de vuestros conocimientos?
§4
Vuestra ciencia es tan pequeña y, sin embargo, a menudo os aferráis a ella como si fuera el Evangelio. El Evangelio, sí, viene de Mí y podéis, debéis aferraros a él porque es la Palabra de Dios, Mi Palabra.
Pero, ¿qué es la ciencia?
Es un conocimiento siempre nuevo porque es muy pequeño comparado con la Realidad Divina. Evoluciona, cambia, se perfecciona, se establece, y luego es superado por otros conocimientos, otros criterios, otros cálculos. Pero, ¿por qué? Porque nunca igualará a la Ciencia de Dios, y porque debe cuestionarse constantemente a sí misma. Una cosa lleva a la otra hasta que un nuevo descubrimiento la supera y la vuelve inútil.
Así también vosotros, Mis muy queridos, cuestionaos siempre, no estéis nunca satisfechos de vosotros mismos, avanzáis constantemente en vuestros conocimientos y lo que ayer era verdad, mañana puede ser mejor o peor.
§5
Cuando leéis estas líneas, haced un gran acto de humildad y decid:
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y Te amo. Tú eres mi Señor, creo en Ti con toda mi alma, te respeto infinitamente, soy devoto tuyo y no tengo otro deseo que parecerme cada día más a Ti.”
Con esta condición y con estas disposiciones podréis participar de la Felicidad eterna, porque para entrar en ella debéis quererla, debéis desear asemejaros a Mí con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma y con toda vuestra mente. De hecho, ésta es una oración del Ofertorio de la Santa Misa:
“… concédenos participar de Tu Divinidad como Tú te has dignado participar de nuestra humanidad.”
Yo Me he entregado a vosotros, entregaos a Mí tan totalmente, tan generosamente, tan obedientemente.
Que Dios os bendiga, hijos Míos, os amo tanto y quisiera tanto ser el Primero en vuestro amor.
Os bendigo en el Nombre (+) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Vuestro Señor y vuestro Dios.»
Fuente: srbeghe.blog
“Si supierais cómo resplandecéis después de acercaros debidamente al Sacramento de la Confesión. (Jesús) está en el Confesionario y escucha cada palabra, ve en cada rincón de vuestro corazón y está deseoso de otorgar las gracias inherentes a Su Perdón.
“¡Os pido Mis hijos predilectos que paréis esta abominación! ¡No más ministros extraordinarios de la Eucaristía! ¡No más comuniones distribuidas por laicos, ni más comuniones en la mano!”
"Oh, Corazones de Jesús y de María; me consagro, consagro mi familia y al mundo entero, a vuestros Amantísimos Corazones. Atended a la súplica que os hago y aceptad nuestros corazones en los Vuestros, para que seamos librados y protegidos nosotros y el mundo entero de toda maldad y de todo pecado. Que la protección de vuestros Dos Corazones, sean refugio, fortaleza y amparo, en las luchas espirituales de cada día. Que el poder de vuestros Dos Corazones, irradie al mundo para que sea protegido de la maldad y el pecado. Nos consagramos voluntariamente y consagramos a la humanidad entera avuestros Corazones; seguros y confiados por vuestra Gran Misericordia, de obtener la victoria sobre las fuerzas del mal en este mundo, y la Gloria Eterna en el Reino de Dios. Amén."
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el Cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
"Padre Celestial, hoy rindo mi corazón a Ti. Ayúdame a ser Tu instrumento en el mundo. Cúbreme con la Preciosa Sangre de Tu Divino Hijo. Protégeme de todo mal. Protégeme de cualquier plan maligno que Satanás pueda tener para mí el día de hoy. Revísteme de Tu Divina Voluntad. Amén"
"Me coloco en la presencia de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y por el poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, rompo, desbarato, pisoteo, aniquilo e invalido y cancelo de mi ser físico, síquico, biológico y espiritual, toda maldición que haya sido puesta sobre mí, sobre mi familia y árbol genealógico, por cualquier persona, familiar o antepasado por medio del ocultismo o espiritismo. Por el poder de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de la Santísima Virgen María, San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, rompo e invalido toda maldición, cualquiera que sea su naturaleza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén (Repetir 3 veces la oración)" 
"Oh Jesús de la Divina Misericordia, escucha mis súplicas hacia Ti, pues estoy aquí para hacer tu voluntad."
"Oh Glorioso Patriarca San José, Padre adoptivo de Jesús y Esposo Humilde y Casto de María; poderoso intercesor de las almas y guardián Fiel de la Iglesia; acudimos a vos, amado Padre, para que te dignes ampáranos y socorrednos en la lucha espiritual contra los enemigos de nuestra alma. Ven en nuestro auxilio y por tu humildad y pureza, líbranos de todo mal. San José terror de los demonios, venid en mi auxilio (3 veces)." 
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén"